Chile. La “vida eterna” de Víctor Jara, detenido el 13 de septiembre de 1973 - Resumen Latinoamericano

5 días atrás
13 de septiembre

Por Daniel Domínguez. Resumen Latinoamericano, 13 de septiembre de 2024.

En Chile, el "derecho a vivir en paz" resurge como uno de los llamados que la ciudadanía movilizada desea que se escuche. Esta canción de protesta fue creada por Víctor Jara en oposición a la intervención de Estados Unidos en Vietnam. Otras de sus célebres canciones, como "Manifiesto" y "Te recuerdo Amanda", permanecen como un recuerdo perdurable de su legado. Compartimos un texto de Daniel Domínguez, que fue publicado para conmemorar el "46 aniversario de orfandad", es decir, 46 años desde su ejecución a manos de los golpistas chilenos.

"El canto que resulta tan desafinado."

Cuando debo cantar, me invade el terror.

El terror que experimento,

"terror como el que siento al morir"

Estos fueron los últimos versos que logró plasmar Víctor Jara en un cuaderno desgastado, minutos antes de su ejecución el 16 de septiembre de 1973. Cinco días antes, se había iniciado el golpe de Estado del general Augusto Pinochet contra el Gobierno legítimo de Salvador Allende en Chile. En la mañana del 12 de septiembre, Víctor Jara estaba en la Universidad Técnica del Estado cuando fue arrestado junto a varios profesores y estudiantes. Posteriormente, fueron llevados al Estadio Chile, que ahora se conoce como Estadio Víctor Jara.

En ese lugar, que se había transformado en una suerte de campo de concentración para aquellos prisioneros leales a Allende, los golpistas identificaron de inmediato a Jara. El cantautor se había convertido en un ícono tanto dentro como fuera de Chile. Era el compositor de la gente humilde, el que entonaba versos sobre el viento de Miguel Hernández y la lucha de la clase trabajadora, que siempre se sacrifica y paga con su sangre en los conflictos bélicos. Víctor Jara dedicó sus letras a los campesinos cuya piel es tostada por el sol, a aquellos cuyos rostros son marcados por el sudor, a sus progenitores. A los oprimidos que pierden la vida, a quienes les han despojado de todo. En resumen, Víctor Jara creó y entonó canciones para aquellos de quienes nunca se habla, para quienes no aparecen en las melodías. Y por esta razón, representaba una amenaza para Pinochet y su régimen.

“¡Ese hijo de puta me lo traen aquí!”, relata el abogado Boris Navia, quien también está encarcelado, sobre lo que gritó un oficial al ver a Jara en la fila dentro del estadio. “¡Ese hijo de puta me lo traen aquí!”, volvió a gritar. “¡Ese tipo, ¡a ese!”, continuaba vociferando mientras apuntaba al cantautor. “¡Che, tu madre! Tú eres el Víctor Jara, ¿no? El cantante marxista, ¡el cantautor de pura porquería!”, cuenta Navia que le dijeron antes de comenzar a golpear el cuerpo y la cara del compositor, quien intentaba protegerse como podía. Todo esto, sin perder la sonrisa. Porque, según han relatado los testigos, Víctor Jara nunca perdió la sonrisa, una sonrisa de resistencia que había que defender de la miseria y de los miserables, como diría Mario Benedetti.

Pasaron el miércoles 12 de septiembre y el jueves 13. Cerca de 5.000 prisioneros se apiñaban en el Estadio Chile. Víctor Jara no había comido nada. Tenía varias costillas fracturadas y un ojo destrozado. Aprovechando un momento de confusión la tarde del jueves, algunos internos le dieron un poco de agua al cantautor e incluso le consiguieron un huevo crudo, que Jara perforó con una cerilla para poder beberlo, según relata Boris Navia. Ese día pudo conseguir algo de sueño junto a sus compañeros. Parecía que los insurrectos se habían olvidado de él. El sábado 15 de septiembre, el compositor tomó papel y lápiz y escribió sus últimas estrofas para dejar constancia en la hoja del horror que estaba viviendo, un horror que poco después lo llevaría a la muerte.

Víctor Jara fue designado embajador cultural cuando Allende asumió el poder en 1970. Se convirtió en el figura central de un auge cultural sin antecedentes en la historia de Chile. A pesar de su estatus casi mítico, Jara nunca se desligó de sus orígenes; por el contrario, optó por abrazarlos, con todas sus penas y su belleza. Anhelaba la revolución, al igual que lo deseaban los jóvenes estudiantes, los universitarios y los trabajadores. Siempre creyó que la educación sería el medio para lograrlo.

se trabaja por la transformación

para colocarlo en el molde

al santo y al patriota.

Los soldados comienzan a agredir nuevamente al cantor a culatazos. “Víctor logra levantarse en dos ocasiones, herido y cubierto de sangre. Pero después no vuelve a erguirse. Esta es la última vez que vemos a nuestro querido trovador con vida. Sus ojos se posan por última vez sobre sus hermanos, su pueblo ultrajado”, rememoró Navia durante el homenaje al cantautor en 2003. Fue el instante en que se decidió silenciar para siempre a Víctor Jara. Incluso se optó por cortarle la lengua para que su voz, la voz del pueblo, jamás volviera a escucharse.

Cuarenta y cuatro disparos acabaron con la vida de uno de los compositores más relevantes de la historia. Se extinguió la existencia del trovador que estaba a punto de cumplir 41 años, y su cuerpo fue dejado junto al Cementerio Metropolitano, donde un trabajador lo reconoció y notificó a su esposa, Joan. Desde ese momento, como mencionó Quilapayun –el grupo en el que Jara fue director artístico entre 1966 y 1969– durante un concierto, sus emblemáticos ponchos adquirieron un nuevo significado distinto al original que les dieron al crear sus vestimentas: “Ahora son un símbolo de duelo que llevamos y llevaremos siempre por Víctor”.

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