El día en que Putin mintió a Angela Merkel

3 hora atrás
Angela Merkel

En uno de los más destacados ensayos acerca de Vladímir Putin y el conflicto en Ucrania, el búlgaro Ivan Krastev relató en The New York Times que, tras la invasión de Crimea por parte del ejército ruso en 2014, Angela Merkel se comunicó con Barack Obama para informarle sobre la charla que acababa de mantener con el presidente ruso. La canciller alemana le expresó que Putin había perdido la conexión con la realidad, que el líder ruso “existía en una realidad paralela”. Merkel se sentía desconcertada.

El artículo representaba una especie de reconciliación entre un ciudadano de Europa del Este y la perspectiva que Alemania ha tenido sobre Rusia en tiempos recientes. Según sus detractores, si Merkel hubiera enfrentado a Putin durante la situación en Crimea, el desarrollo histórico del continente habría sido diferente.

La Dependencia Del Gas Ruso Afecta A Alemania

Sin embargo, la realidad es la que es. Y cuando la periodista Sylvie Kauffmann se cuestiona cómo Alemania (junto con Francia) pudo estar tan desorientada como para no percibir que Putin había emprendido la reconstrucción del imperio que se había perdido, se remite a la historia y a la psicología colectiva. "La magnitud de los cataclismos del siglo XX, las dos guerras mundiales y los dos totalitarismos entrelazan de manera profunda los inconscientes ruso y alemán, algo que otros pueblos europeos no logran comprender", sostiene en su libro Les aveuglés.

Según Kauffmann, quien fue corresponsal de Le Monde en Moscú en 1989, la responsabilidad por los crímenes perpetrados por el ejército alemán en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial podría explicar la aparente inocencia de Alemania hacia Moscú. Asimismo, también su gratitud hacia Mijaíl Gorbachov por haber hecho posible la reunificación. Para los alemanes, el colapso del muro de Berlín no se debería ni a la política agresiva de Ronald Reagan frente a la Unión Soviética, ni a Juan Pablo II, ni a los trabajadores de los astilleros polacos. Más bien, habría sido Alemania, a través de su política de reconciliación hacia el Este, conocida como ostpolitik, la responsable de haber logrado ese milagro.

Vladímir Putin y Angela Merkel en una imagen del año 2014.

En la esperanzadora perspectiva alemana de finales del siglo XX, la fuerza no desempeñaba un papel en la geopolítica. Lo que tranquilizaba al oso ruso eran los negocios. El enfoque paciente que Merkel mantuvo hacia Putin, a pesar de que él era un individuo que le causaba molestia por su constante necesidad de hacerse notar, era acorde con la manera natural en que la élite alemana establecía relaciones comerciales con Rusia. Su antecesor, el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, fue el más entusiasta defensor de esta relación; era amigo cercano del presidente ruso, adoptó niños de Rusia, formó parte del consejo de empresas petroleras rusas y facilitó la llegada del gas ruso a Alemania a través del Nord Stream. En esencia, todo se reducía a eso: negocios.

Merkel, quien fue considerada la mujer más influyente del mundo entre 2005 y 2021, lanzará el martes sus memorias, que son las más esperadas de esta temporada. Su intención es reivindicar un legado que ha sufrido daños. Busca responder a quienes la culpan del auge de la extrema derecha, argumentando que su decisión de abrir las fronteras en 2015, durante una crisis migratoria, se tomó sin contar con los recursos necesarios para gestionar la situación. También quiere defender su enfoque económico, que fue llevado a cabo por Wolfgang Schäuble, su ministro de Finanzas, caracterizado por un neomercantilismo exportador que amplió los beneficios empresariales pero impuso políticas de austeridad a los países vecinos, dejando a Alemania ante un futuro incierto por la falta de inversión en infraestructuras. Por último, planea explicar por qué mantuvo una postura de conciliación con Putin, incluso cuando era consciente de que el líder ruso le estaba mintiendo sobre la situación en Crimea.

¿Por qué Merkel no tomó acción? Esa es la pregunta del siglo, que refleja la sorpresa del pueblo alemán el día en que Rusia invadió Ucrania, el 24 de febrero de 2022. Putin cerró el suministro de los gasoductos submarinos en el Mar Báltico y eso fue un golpe devastador para el núcleo de la industria alemana, el último y más doloroso. Alemania no solo había entregado su esencia a Rusia a cambio de energía a bajo costo; también había depositado su confianza en China, un país igualmente enigmático, que pasó de ser el principal comprador de los productos alemanes a convertirse en un competidor amenazante.

Desde que finalizó la pandemia, la economía alemana ha ido a paso lento, creciendo por debajo del 1%. El país enfrenta un proceso de desindustrialización, y se le atribuyen las causas a factores como el alto costo de la energía, los impuestos, la burocracia, la escasez de mano de obra calificada y una ambiciosa agenda ecológica. Sectores como la química, la ingeniería y la industria automovilística están especialmente afectados. Las reestructuraciones son notorias en empresas como Volkswagen (que ha anunciado el cierre de fábricas en Alemania), Thyssenkrupp, Continental y Bosch. Asimismo, aquellos que esperaban una señal de esperanza desde el otro lado del Atlántico ahora se enfrentarán a la amenaza que representa la victoria de Donald Trump, la cual podría agravar la situación de sus exportaciones con un arancel del 10%.

Ciertas evaluaciones acerca de la enfermedad son bastante drásticas. El economista Wolfgang Münchau menciona en su obra "Kaput" que la industria automotriz representa más que una simple metáfora de Alemania. Sus fallos y falta de perspectiva en relación al vehículo eléctrico reflejan los problemas del país. Son los intereses económicos, como la política de conciliación hacia Rusia o China, los que han influido en la cultura política alemana.

La política ha tardado en reconocer la magnitud de la crisis. Las señales de alerta comenzaron a sonar en septiembre, tras el aumento de la extrema derecha en los länder del este. La coalición tripartita que estaba en el poder (socialdemócratas, verdes y liberales) enfrentó una crisis al desmoronarse su estrategia presupuestaria. Todo esto ha conducido a unas elecciones (previstas para febrero) que presagian el regreso de la CDU democristiana, el partido de Angela Merkel, al poder, aunque será un partido muy distinto. Más inclinado a la derecha que bajo el liderazgo de esta política de formación química, que con sus recuerdos, volverá a ocupar un lugar destacado en una Alemania que mantiene a Europa en suspenso.

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