El día en que Putin mintió a Angela Merkel

3 hora atrás
Angela Merkel

24 de noviembre de 2024, 06:00. Última actualización: 24 de noviembre de 2024, 06:44.

Angela Merkel, una figura clave en la política europea desde 2005 hasta 2021, lanza sus memorias en un momento en que Alemania enfrenta una profunda crisis y Rusia intensifica sus acciones militares, lo que ha generado preocupación en todo el continente.

Vladimir Putin y Angela Merkel en el año 2014.

En uno de los más destacados artículos sobre Vladimir Putin y la guerra en Ucrania, el búlgaro Ivan Krastev relataba en The New York Times que, tras la invasión de Crimea por las fuerzas rusas en 2014, Angela Merkel se comunicó con Barack Obama para compartir la charla que acababa de mantener con el presidente ruso. La canciller alemana le expresó que Putin había desconectado de la realidad, que el líder ruso "habitaba en un mundo distinto". Merkel se mostraba perpleja.

El artículo representaba una confrontación de un ciudadano de Europa del Este con la percepción que Alemania ha mantenido sobre Rusia en los últimos años. Según sus detractores, si Merkel hubiera puesto freno a Putin en Crimea, la historia de Europa habría tomado un rumbo diferente.

Sin embargo, la historia es tal cual. Al cuestionarse la periodista Sylvie Kauffmann cómo fue posible que Alemania (y Francia junto a ella) estuvieran tan ciegas ante el hecho de que Putin había comenzado a restaurar el imperio perdido, recurre a la historia y a la psicología colectiva. “La magnitud de los cataclismos del siglo XX, incluyendo las dos guerras mundiales y los dos regímenes totalitarios, establece un vínculo entre los subconscientes ruso y alemán que los demás pueblos europeos no pueden comprender”, señala en su libro "Les aveuglés".

Según Kauffmann, quien fue corresponsal de Le Monde en Moscú en 1989, la responsabilidad por los crímenes del ejército alemán en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial podría justificar la aparente inocencia de los alemanes hacia Moscú. También su gratitud hacia Mikhail Gorbachev por haber permitido la reunificación. Para muchos alemanes, la caída del Muro de Berlín no se habría debido a la política belicosa de Ronald Reagan hacia la Unión Soviética ni a la influencia de Juan Pablo II, ni siquiera a los trabajadores de los astilleros en Polonia. En realidad, habría sido Alemania, con su enfoque conciliador hacia el Este, conocido como la ostpolitik, la que logró el milagro.

En la perspectiva optimista de Alemania a finales del siglo XX, la fuerza no jugaba un papel en la geopolítica. Lo que lograba apaciguar al oso ruso eran las transacciones comerciales. La aproximación paciente que Merkel mantuvo hacia Putin, a pesar de que este le molestaba por su constante necesidad de probar que era una figura relevante, era coherente con la manera natural en que la élite alemana realizaba negocios con Rusia. El más ferviente defensor de esta relación había sido su predecesor, el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, amigo personal del presidente ruso, quien adoptó a niños de Rusia, ocupó un puesto en el consejo de empresas petroleras rusas y facilitó la llegada del gas ruso a Alemania a través del Nord Stream. Todo se reducía simplemente a eso, a negocios.

Alemania Y Su Crisis Por La Dependencia Del Gas Ruso

Merkel, quien fue la mujer más influyente del planeta desde 2005 hasta 2021, lanzará el martes sus memorias más anticipadas de la temporada. Con este libro, busca restaurar su legado deteriorado. Quiero responder a quienes la acusan de haber fomentado el auge de la extrema derecha al abrir las fronteras durante la crisis migratoria de 2015, a pesar de no contar con los recursos adecuados para recibir a todos los migrantes; defendiendo su visión económica, que fue implementada por Wolfgang Schäuble, su ministro, caracterizada por un neomercantilismo enfocado en las exportaciones que benefició a las empresas, pero que a su vez impuso políticas de austeridad en países vecinos y dejó a Alemania frente a un futuro incierto al no invertir en infraestructuras; y justificar por qué mantuvo un acercamiento prolongado con Putin, incluso teniendo constancia de que el líder ruso le estaba mintiendo sobre la situación en Crimea.

¿Por qué Merkel no actuó? Es una interrogante que resuena en el siglo, especialmente considerando la confusión que se apoderó de Alemania el día en que Rusia invadió Ucrania, el 24 de febrero de 2022. Putin cerró las válvulas de los gasoductos sumergidos en el Báltico, lo que representó un duro impacto en el corazón de la industria alemana. Este fue el último y más desgarrador golpe. Alemania no solo había entregado su esencia a Rusia a cambio de gas a bajo costo, sino que también había apostado por China, otro poder enigmático, que pasó de ser el principal comprador de la producción alemana a convertirse en un competidor formidable.

Desde el final de la pandemia, la economía alemana avanza lentamente, creciendo por debajo del 1%. El país enfrenta un proceso de desindustrialización, y se señalan diversas causas como la energía, los impuestos, la burocracia, la escasez de mano de obra especializada y una agenda medioambiental excesivamente ambiciosa. Sectores como la química, la ingeniería y la industria automotriz se ven particularmente afectados. Las reestructuraciones en este ámbito tienen nombres conocidos: Volkswagen (que ha anunciado el cierre de fábricas en Alemania), Thyssenkrupp, Continental, Bosch... Por otro lado, quienes esperaban algún indicio de optimismo desde EE. UU. se encuentran con que la victoria de Donald Trump podría agravar la situación de sus exportaciones debido a un arancel del 10%.

Ciertos análisis sobre la enfermedad son bastante drásticos. El economista Wolgang Munchau menciona en su obra Kaput que el sector automotriz representa más que una simple metáfora de Alemania. Sus fallos y la falta de perspectiva, especialmente en relación con los vehículos eléctricos, reflejan la situación del país. Son los intereses económicos, como la política de conciliación con Rusia y China, los que han influido en la cultura política alemana.

La política ha tardado en darse cuenta de la gravedad de la crisis. Las señales de alerta se activaron en septiembre, tras el avance de la extrema derecha en los estados del Este. La coalición tripartita que gobernaba (socialdemócratas, verdes y liberales) enfrentó problemas al dividirse en su estrategia presupuestaria. Todo esto ha llevado a la convocatoria de elecciones (previstas para febrero) que presagian el regreso de la CDU democristiana, el partido de Angela Merkel, al poder. Sin embargo, se tratará de un partido bastante transformado. Más inclinado hacia la derecha que el que lideraba esta química de formación, que con sus memorias volverá a ocupar un papel central en una Alemania que mantiene a Europa en vilo.

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