¿Se desmorona Bolsonaro?

8 días atrás
Bolsonaro

El fenómeno del bolsonarismo se perfila como una corriente política de extrema derecha en Brasil, con tintes fascistas y hasta nazis, que busca afianzarse a nivel mundial y que representa un desafío para los principios democráticos y la esencia misma de la política con su radicalismo.

Brasil, liderado por el Presidente Jair Bolsonaro, pasó de tener un estatus oscuro como un simple diputado sin influencia a convertirse en el mandatario del país de una manera sorprendente, combinando elementos de mesianismo religioso y nostalgia por regímenes autoritarios e incluso golpistas. Esta revolución política ha ayudado a resurgir a la derecha que estaba buscando un líder tras los Gobiernos de izquierda del periodo de Lula.

La pseudorrevolución de Bolsonaro ha permitido que la derecha, apoyada por grandes empresas y el deseo de liberalismo tras años de políticas sociales, tenga un líder. La manifestación a favor de Bolsonaro y en contra del poder del Supremo Tribunal Federal en la Avenida Paulista, la mayor ciudad de América Latina, ha demostrado que sigue siendo una figura de referencia para la ultraderecha. Sin embargo, la manifestación parece más bien reflejar la decadencia de un mito ante algunos detalles que sugieren un futuro incierto.

Convocada en un momento crítico para Bolsonaro, quien enfrenta múltiples procesos legales que podrían resultar en su encarcelamiento y que han sembrado dudas incluso entre sus seguidores más leales, la protesta llevada a cabo en el significativo aniversario de la República reveló indicios de un declive en su popularidad y de una lucha por el poder entre los principales líderes de la derecha. Ya sea para reemplazarlo o para relegarlo.

La cantidad de personas en las protestas no es lo único importante, pero adquiere un valor simbólico que muestra el apoyo al líder en cuestión. En las últimas cinco manifestaciones a favor de Bolsonaro, la del sábado fue especialmente relevante al ser previa a las elecciones municipales, vistas como un indicio de las presidenciales de 2026. Estos eventos serán una prueba de la fuerza de la extrema derecha y del Gobierno de centro izquierda que busca la reelección de Lula a nivel local.

Es cierto que la magnitud de las protestas es relativa, pero en ocasiones son también representativas. La protesta del sábado fue crucial porque era un indicador de la persistente influencia del bolsonarismo, que aunque en crisis, sigue presente.

El 25 de febrero de este año, una marcha a favor de Bolsonaro, acusado de planear un golpe de estado militar, congregó a 185.000 personas en São Paulo. La masiva asistencia sorprendió a la izquierda. En septiembre de 2022, durante las festividades de la República, 64.000 personas se manifestaron en la emblemática playa de Copacabana en Río de Janeiro. En la marcha más reciente, presentada como un desafío al Supremo Tribunal por supuestamente perseguir al bolsonarismo, solo asistieron 45.700 personas según cifras oficiales. Todos los manifestantes, como es habitual, lucían los colores verde y amarillo de la bandera nacional, adoptados por la extrema derecha.

Pero quizás lo que podría mostrar mejor un cierto debilitamiento del mito en este momento han sido una serie de detalles que pueden parecer pequeños pero que tienen un fuerte significado simbólico. Como se suele decir, el diablo está en los detalles. El sábado Bolsonaro debía subir al estrado en la Avenida Paulista como un ganador, el "inmortal", como él se autodefine en la medalla que regala a sus amigos y autoridades internacionales. Y esperaba que estuvieran a su lado, no solo respaldándolo en su desafío al Supremo, sino también apoyándolo, aquellos que buscan sucederlo, incluyendo algunos gobernadores que ya se están preparando para ser sus sucesores. Pero no fue así. Muchos de ellos optaron por quedarse en casa y observar desde la distancia.

Y tal vez lo más significativo de la ceremonia y lo que más molestó a Bolsonaro fue el hecho de que estuvo a punto de no poder participar en ella. Él mismo, el líder político que suele presumir de su masculinidad, de su fortaleza, de su falta de respeto por lo femenino, de su pasión por exhibirse en potentes motocicletas o en elegantes caballos como los antiguos emperadores, el invencible al que, según él, Dios protegió de la puñalada recibida en el abdomen durante la campaña que lo llevó a la victoria y que de alguna manera lo convirtió en un mártir.

Al despertar en la mañana de la manifestación, el líder se sentía enfermo y sin voz. Fue llevado rápidamente al hospital mientras sus seguidores lo esperaban con ansias. A pesar de lograr el baño de multitudes, su presencia fue menos imponente de lo esperado y su voz apenas se escuchaba. Se notaba su frustración. ¿Estaban comenzando a abandonarlo no solo sus seguidores de siempre, sino también los posibles sucesores de la derecha que necesitaba un líder que los guiara?

La derecha, que no siempre es extrema, defensora del liberalismo y antisocial, ha estado luchando durante mucho tiempo por llegar al poder. Aunque siempre ha estado vinculada al bolsonarismo, ya no será liderada por el capitán que comienza a ver el final de su intento de dar un golpe de Estado y poner fin a una dictadura que considera que la brasileña fue demasiado permisiva y no eliminó a todos los "comunistas".

Sin embargo, la protesta a favor de Bolsonaro y su controvertida pero amenazante ideología de derecha todavía no ha terminado. La prueba final será el 4 de octubre en las elecciones municipales, donde también Lula se encuentra en la contienda por su ansiada reelección.

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