Pedir perdón en el Día de las Madres

10 días atrás
Día de las Madres

¿Quién se animará a felicitar a las madres públicamente este día sin haber ofrecido previamente una disculpa sincera y pública a las madres mexicanas, ya sea como servidor público, político o candidato descarado?

Sería adecuado que pidieran disculpas a todas las madres, incluso a las propias, ya que solo ellas pueden experimentar y entender el dolor de otra madre que ha sufrido la pérdida de uno de sus hijos o hijas.

Deberíamos pedir perdón a las madres de los 215,281 niños que quedaron huérfanos debido al COVID-19; en especial a las madres de los casi 300,000 mexicanos que podrían haber sobrevivido si la pandemia hubiera sido gestionada adecuadamente, según un informe de la Comisión Independiente de Investigación sobre la pandemia de COVID-19 en México.

Las madres de las más de 180,000 mujeres y hombres asesinados durante este sexenio sangriento merecen un pedido de perdón. Tanto el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública como la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana han admitido estas cifras atroces, con Guanajuato, Estado de México, Baja California, Jalisco, Chihuahua, Michoacán, Sonora, Veracruz y la Ciudad de México siendo los estados con mayores índices de violencia homicida. En realidad, prácticamente ningún rincón del país ha escapado de esa ola de violencia mortal.

Las miles de madres que buscan desesperadamente a sus más de 100,000 familiares desaparecidos, según la Comisión Nacional de Búsqueda, merecen una disculpa. Estas madres siguen el rastro de sus hijos e hijas, sabiendo que probablemente están enterrados en fosas clandestinas o fueron incinerados y piden que no los olviden.

Imploran con humildad aquellos madres quienes, tras haber sido ignoradas y tratadas como criminales por las autoridades de cualquier grado, solo les ha quedado la opción de suplicar al poderoso narco para así poder desenterrar y llorar por sus hijos, asegurándose de que sus cuerpos no hayan sido desmembrados.

Son innumerables las madres que han sido objeto de revictimización a manos de funcionarios públicos insensibles y malintencionados, quienes no cesan de insultarlas y humillarlas en público, pese a su dolor desgarrador. ¿Cuál es la realidad de nuestro país? ¿Hasta qué punto nuestra apatía y distanciamiento nos han llevado a ignorar el sufrimiento ajeno, a carecer de solidaridad ante la brutalidad y a perder toda humanidad?

Estas son las progenitoras de Ayotzinapa, así como también, las innumerables madres mexicanas, quienes pertenecen a colectivos o actúan en solitario, arriesgando sus vidas se dedican a palear la tierra con palas, bastones e incluso con sus propias manos, hasta que sus uñas destilan sangre que se mezcla junto a la tierra y las cenizas de sus hijos, todo con el fin de que sus seres queridos no caigan en el olvido.

Ellas son quienes se aventuran en tumbas ocultas con la anhelo de hallar, aunque sea, los restos quemados de sus hijos. Aquellas que, sin desanimarse, los buscan sin cesar por ciudades y pueblos, carreteras y caminos, ríos, montañas y desiertos, vertederos y tuberías, siempre con la perseverancia de encontrarlos.

Aquellas mujeres, que sintieron una gran desmotivación, se acostaron sin poder conciliar el sueño, ya que no lograron encontrarlos ese día. Sin embargo, al despertar al día siguiente, renovaron su esperanza y se dispusieron a seguir buscándolos. Esta tarea se repitió día tras día, mes tras mes, año tras año, incluso durante las campañas políticas, los vendedores ambulantes y los cambios de gobierno.

No puedo concebir un sufrimiento mayor que el de una madre que, en constante agitación, no puede dar sepultura a su hijo o hija que un día salió de casa y nunca retornó. Madres que se aferran a los sueños de sus hijos desaparecidos, que se niegan a dejar de oír sus voces y carcajadas mientras les suplican que no los borren de su memoria.

Tan solo el amor incondicional de una madre las sostiene en pie, avanzando sin calzado con el corazón al descubierto sobre el dolor agudo de la distancia forzada. Ese amor maternal las impulsa a seguir explorando la tierra comprometiendo sus propias vidas en la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos. Pues ellas comprenden, gracias a la evidencia repetida, que nadie puede hacer por ellas lo que solo ese amor puede brindar.

Las madres también pueden ser víctimas de desaparición. Es extremadamente trágico cuando una madre que busca a sus hijos, se convierte en una persona a buscar, al ser asesinada y desaparecida.

Estimados lectores, se refiere a las miles de madres que en México no pueden celebrar hoy su día porque buscan incansablemente a sus seres queridos desaparecidos. Son mujeres que luchan a diario y ven agonizar sus corazones por la falta de noticias de aquellos que aman. Hoy estas madres no recibirán celebraciones, saludos o afecto, pero aun así ellas persistirán mañana con fuerza y valor, perseverando en la búsqueda de sus seres queridos, con la firme esperanza de encontrarlos algún día, aunque sea en el reino de los muertos.

Por ese motivo, aquellos que ocupan cargos públicos, políticos y aspirantes a ellos, deben solicitar disculpas a su madre y a todas las madres de México en este día. Cada uno de nosotros, por acción, omisión o no alzar la voz, deberíamos pedir perdón a las madres en su día. Personalmente, pido perdón a mi madre, quien ya no se encuentra conmigo.

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