Gisèle Pelicot: el rostro de la valentía
El diario de la crítica.
El proceso judicial por el delito de violación en Francia ha llegado a su fin. Se han emitido las condenas. Además, la figura de Gisèle Pelicot se ha transformado en un emblema de la fortaleza femenina a nivel global.
Desde 2014, la autora ha estado abordando cómo se construye la imagen como una forma de comunicación en juicios, la cultura y la política para el Times.
20 de diciembre de 2024 a las 2:00 AM hora del Este.
Hasta el 2 de septiembre de 2024, la gran mayoría de las personas en el mundo no tenía una idea clara de cómo era Gisèle Pelicot.
Prácticamente no existían imágenes de Pelicot, una abuela de 72 años, en la red. No tenía perfiles en redes sociales. Apenas sus amigos y familiares conocían su look, que incluía un corte de cabello bob anaranjado al estilo de Louise Brooks, además de su preferencia por las gafas de sol redondas al estilo de John Lennon.
Sin embargo, el jueves, mientras Pelicot mantenía su cabeza en alto en un tribunal de Aviñón, Francia, y se leían los veredictos del difícil juicio por violación que había durado cuatro meses contra su expareja y otros 50 hombres, ella se había transformado en un símbolo de valentía reconocido a nivel mundial.
Su imagen ha sido vista en carteles de manifestaciones a lo largo de Francia y ha sido colocada en las paredes de diversos edificios. Apareció en la portada digital de Vogue Alemania y se utilizó en una portada falsa de la edición de Time dedicada a la persona del año. Se ha transformado en el emblema de su terrible experiencia, pero también de la vivida por todas aquellas mujeres que se sintieron vulnerables, engañadas y maltratadas. Como mencionó uno de sus abogados, Stéphane Babonneau, el rostro de Pelicot, con su aparente simplicidad, se ha convertido en la representación tangible de que “la vergüenza ha cambiado de bando”.
Pocas veces alguien que ha sido tan plenamente objetivada —transformada en una simple muñeca de trapo para que los hombres abusaran de ella a su antojo— ha logrado retomar el control de su propia objetivación y transformarla en un símbolo de empoderamiento.
En este contexto, la imagen de Pelicot ha integrado una extensa colección de imágenes que han superado una narrativa singular para transformarse en la representación visual de un momento decisivo colectivo. Considera al joven con la camisa blanca frente a un tanque en la plaza de Tiananmén en 1989, o a la mujer del vestido rojo que es alcanzada por gases lacrimógenos durante las manifestaciones contra el gobierno en Turquía en 2013, o a la mujer de vestido de verano frente a una fila de policías antidisturbios en una protesta de Black Lives Matter en Baton Rouge, Luisiana, en 2016.
Frecuentemente, estas imágenes retratan a individuos que aparentan ser totalmente comunes, pero exhiben una valentía excepcional en momentos especiales. Aunque Pelicot no previó el impacto que tendría su imagen, convirtiéndose en un símbolo trascendental, según comentó Babonneau, tenía presente que desde que optó por hacer público su juicio, en vez de llevarlo a cabo en una sesión privada, la atención del público estaría enfocada en él.
“Cada mujer que haya tenido que enfrentar lo que ella enfrentó y que se presente en el estrado es consciente de que será mirada, no solo por sus palabras, sino también por su apariencia”, señaló Babonneau. En concreto, agregó que es consciente de que será evaluada según si se ajusta a las “expectativas sociales y culturales acerca de cómo debe lucir una víctima”. O, en su defecto, de cómo debe lucir un héroe. Pelicot, afirmó, deseaba mostrar un ejemplo distinto.
Visualiza a una mujer que pudo haber sufrido como víctima, pero que ya no se siente “desprotegida”. Una mujer cuyo exesposo pudo haber arruinado su vida, pero no logró acabar con su esencia. Una mujer que, según Babonneau, frecuentemente era caracterizada como “muy francesa”, en esa manera inefable que se reconoce al verla.
Como mencionó LaDame Quicolle, una artista que realizó un retrato a gran escala de Pelicot y lo exhibió en las calles de Aviñón, Lille, París y Bruselas, fue precisamente por el hecho de que “Gisèle Pelicot es una mujer común” que su imagen resultaba tan poderosa. El seudónimo “LaDame Quicolle” se puede traducir como “la mujer que pega” (o permanece), y la representación de Pelicot formaba parte de una serie titulada “Watchwomen”, que mostraba imágenes en formato de cartel de mujeres que habían padecido violencia de género, recuperando simbólicamente el espacio público.
En otras palabras, mientras que a los hombres que la maltrataron se les ha referido como Monsieur-Tout-le-Monde, es decir, “Señor cualquiera”, debido a su apariencia ordinaria, Pelicot ha transformado su propia cotidianidad en un elemento de su fortaleza excepcional.
Aunque la gran parte de las mujeres que alzaron su voz durante el movimiento #MeToo en Francia eran celebridades del ámbito de la moda y el cine, Pelicot, comentó LaDame Quicolle, “podría ser nuestra madre”.
Desde el inicio del juicio, Pelicot se presentó con un aspecto cuidado pero modesto. Tenía el cuello de la chaqueta y del abrigo levantados. Con frecuencia, se la veía con un pañuelo blanco anudado al cuello. Los tonos que seleccionaba eran neutros, y los estampados eran sutiles. No usaba maquillaje llamativo, pero su apariencia era pulcra. Resultaba fácil de identificar.
Se veía exactamente como era: una mujer jubilada y abuela sencilla, pero con dignidad. Las pequeñas gafas de sol redondas, ahora tan reconocibles, eran las que tenía en su bolso el día que llegó por primera vez al tribunal. Al principio, las utilizaba como una forma de resguardarse.
“Los ojos expresan una gran variedad de emociones,” comentó Babonneau. “Desconocíamos cómo podría reaccionar. ¿Lloraría, se sentiría confundida o temerosa?”. Al cubrirse los ojos, mencionó que Pelicot experimentaba “una especie de cercanía”. Tanto él como su compañero decidieron caminar un poco detrás de su clienta, permitiendo que ella marcara el rumbo.
“El público la reconocía de esta manera”, comentó Aline Dessine, artista e ilustradora originaria de Bélgica. Esta es la imagen que Dessine decidió plasmar al crear una ilustración de Pelicot, que ofreció de forma gratuita a quienes desearan expresar su apoyo: un retrato visual que solo se puede identificar por las características de su peinado y sus gafas de sol.
A medida que el juicio proseguía y aumentaba la cantidad de seguidores de Pelicot fuera del tribunal, que aplaudían su coraje, “sentía que ya no necesitaba sus gafas”, comentó Babonneau. Deseaba establecer una conexión visual con las mujeres que la acompañaban.
Sin embargo, para ese momento, las gafas de sol habían evolucionado de ser un simple accesorio protector a convertirse en un símbolo personal, y de ahí a representar una especie de lenguaje. En ese instante, Pelicot se dio cuenta de cuán relevantes eran sus decisiones más triviales, incluso —quizás especialmente— en aquellos años de su matrimonio en los que le habían sido quitadas.
Por esta razón, en los días en que testificó contra sus agresores, utilizó un pañuelo de seda decorado con un diseño elaborado por mujeres aborígenes de Australia, quienes se lo enviaron como símbolo de apoyo. Este era solo uno de los muchos elementos que dotaban su presencia de tal fuerza que podía ir más allá del juicio y actuar como un motor de transformación.
En su cercanía, abarcaba a muchas personas. En su imagen constante, las mujeres se reconocían a sí mismas.
Vanessa Friedman ocupa el cargo de directora de moda en el Times y es la crítica principal de moda desde el año 2014. Más sobre Vanessa Friedman.