Una noche en la barra del mejor bar del mundo: entre el gran Gatsby y un cuadro de Hopper

4 hora atrás
Handshake Speakeasy

—¡Sin pasar la cortina!

Es martes y el bar se oculta tras una puerta marcada con el número 13. No se trata de un presagio negativo. El Handshake Speakeasy disfruta desafiar a la fortuna, y esta noche, desafiando toda creencia, inaugurará sus puertas por primera vez como el bar más destacado del planeta. O al menos, eso afirma la lista anual de The World’s 50 Best Bars.

La calle que lo alberga no destaca por su belleza ni su glamour. Se encuentra en la Zona Rosa, un distrito en el corazón de Ciudad de México que durante el día se llena de oficinistas —conocidos como godines en el lenguaje local— y por la noche se convierte en un refugio para las fiestas de la comunidad LGBT. En sus alrededores, hay un supermercado de descuentos, una cafetería con una iluminación fría y un hotel de cadena.

En la entrada del hotel, la puerta se oculta tras el número 13. La primera vez que pasas junto a ella, la ignoras. No hay indicios que sugieran que se trata de un bar. Tu mente necesita un momento para asimilarlo: un 13, situado entre el número 65 y el 67. Resulta extraño.

Una mesera te recibe. Entras a un diminuto vestíbulo, sombrío, rodeado por una cortina que no puedes atravesar hasta que ella la mueve a un lado y te permite el paso. Todos los empleados, con delantales oscuros sobre camisetas blancas, gritan al unísono:

Y ahí lo tienes, finalmente, el bar más increíble del mundo.

Sin Rastro De Al Capone

Es una habitación pequeña y oscura, sin ventanas. Tiene forma rectangular. Está iluminada por varias lámparas suspendidas del techo que emiten una luz suave y anaranjada sobre el mobiliario minimalista en negro y dorado. A la derecha se encuentra la barra, y a la izquierda hay un gran espejo con un marco algo rococó. A lo largo de las paredes, hay sofás de cuero negro rodeados de mesitas con velas. En el centro, hay una mesa alta rodeada de taburetes. Con la llegada de 30 personas en la primera hora, el lugar estará completamente lleno.

Es un lugar parecido al bar donde te imaginarías disfrutando de unas copas hasta bien entrada la noche con el gran Gatsby, o al menos eso busca transmitir. Un cuadro en movimiento de Hopper. Presenta un estilo art déco, ese que abunda en las construcciones clásicas de los barrios adinerados del antiguo Distrito Federal, con un matiz de la Inglaterra victoriana gracias al negro que predomina. Steampunk al estilo chilango. Cada detalle está calculado al milímetro, incluso la atención impecable de los camareros que reponen tu vaso antes de que lo vacíes.

Al inicio, te ofrecen toallas tibias y mojadas en una elegante caja de madera para que limpies tus manos. Luego, te sirven agua y frutos secos con un delicado aderezo. A continuación, podrás elegir entre una selección de cócteles creados por el neerlandés Eric Van Beek, incluyendo bebidas con nombres intrigantes como "Érase una vez en Oaxaca", que se presenta junto a un ovillo de lana de acero al que le prenden fuego, simulando el proceso de cocción del agave para la elaboración del mezcal. Este efecto no influirá en el sabor; es únicamente un toque visual. Antes de disfrutar, lo más importante es capturar una buena imagen del vaso aún humeante para compartir en Instagram.

Cada cliente tiene permitido permanecer en el bar durante una hora y media. Las bebidas tienen un precio que varía entre 200 y 300 pesos (alrededor de 10 a 15 euros), lo cual es similar a lo que un mexicano promedio gana en un día. Esta exclusividad es uno de los principales atractivos que ofrece Handshake. Además, es muy probable que esta sea la causa de que la mayoría de los visitantes que están aquí esta noche sean de raza blanca y se comuniquen en inglés.

Nandini, de 29 años y originaria de Los Ángeles, y su amiga Anya, de 28 y procedente de Nueva Jersey, están en la ciudad para un viaje de cinco días mientras cursan estudios de medicina. Algunos amigos ya conocían Handshake y les recomendaron visitarlo. Hicieron la reserva hace un mes. “Las bebidas son fantásticas. Te da la impresión de estar en un verdadero bar clandestino: no lo encuentras a la primera, pasas justo por delante y no te das cuenta de que está ahí. En Estados Unidos hay muchos speakeasy que en realidad no tienen la atmósfera de un lugar secreto, simplemente se denomina así porque está en boga. Pero aquí realmente lo sientes”, afirman ambas.

Los speakeasy surgieron en Estados Unidos durante la época de la Prohibición, cuando se prohibió el alcohol en la década de 1920. Eran locales de dudosa reputación que aparentaban ser otros negocios, ocultos a plena vista para evadir a la policía, y alimentados por el contrabando. Estos lugares fueron fundamentales para el auge económico de Al Capone y otros gánsteres de la época, conocidos por sus trajes italianos y las ametralladoras Thompson camufladas en estuches de violín. Hoy en día, apenas queda de esa época, salvo el nombre, que perdura porque a a muchos les gusta experimentar un poco de adrenalina clandestina de vez en cuando, disfrutando de una bebida en un ambiente que evoca el glamour de una película de mafiosos.

La clientela ha evolucionado desde entonces. Ahora, solo se observa a personas atractivas, jóvenes y bien arregladas. Incluso el personal es refinado; hay 34 empleados que rotan en sus funciones diariamente: pueden estar haciendo malabares con la coctelera en la barra, atendiendo las mesas o manejando el laboratorio, el equipo que en las mañanas prepara los ingredientes para la noche.

Pamela Michelle Martínez, de 28 años, se preparó para ejercer la abogacía, pero su destino la llevó a este lugar. “No extraño el derecho. Esto es agotador porque se trabaja por la noche y hay que ajustar la mente, pero ser bartendadora aquí es maravilloso, hay otros lugares donde te exigen demasiado. A veces desearía tener un empleo diurno, pero todavía soy joven”. Lonchi York, de 27 años, proviene de la pequeña isla caribeña de Curazao, donde aprendió el oficio en distintos bares, y ahora sigue perfeccionando su habilidad en México. En unos meses viajará a Ámsterdam, donde los propietarios de Handshake inauguraran un nuevo bar clandestino.

Handshake Speakeasy ofreció su primera bebida en Polanco en 2019, pero se mudó a la Zona Rosa en 2021. Hace menos de dos años, el lugar se volvió insuficiente, así que abrieron otra área en el garaje del hotel, con capacidad para 50 personas y manteniendo la misma estética. En el sótano, las bebidas y la música son más audaces y llenas de energía, diseñadas para “disfrutar el trago” en lugar de quedarse cabizbajo en la barra con jazz melancólico de fondo, bromea Javier Rodríguez (31 años), mientras elabora un cóctel inspirado en un sándwich de mantequilla de maní y mermelada.

Resuena una fusión de trap y pop, complementada por el sonido metálico de las cocteleras al moverse, el tintinear de los hielos contra el cristal y el murmullo de las charlas a tu alrededor. Ha pasado una hora y media. Un mesero te guía hacia la salida. Todos los empleados te despiden al unísono con un grito:

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