'Heartstopper', la serie de Netflix que no se cansa de ser un buen referente para jóvenes

2 día atrás
Heartstopper

La literatura juvenil suele captar su esencia a través de la generación de conflictos presentados de la manera más intensa posible: actitudes inaceptables originadas por malentendidos, circunstancias desmesuradas, decisiones nefastas... Por esta razón, al toparnos con una serie como Heartstopper en el catálogo de Netflix, surge casi la necesidad de usar un sujeta-párpados al estilo de La naranja mecánica, para forzar a padres e hijos a observar la adolescencia desde la perspectiva de Alice Oseman, la autora británica que inicialmente creó el cómic de Heartstopper y posteriormente lo adaptó para la pantalla. La juventud aún tiene esperanza. Existen modelos positivos para ellos.

"Ver La Adolescencia Con Los Ojos De Alice Oseman"

En la tercera temporada que se estrena este jueves en la plataforma, se exploran también los trastornos alimentarios. Las bases del conflicto ya se establecieron en la temporada anterior. Nick (Kit Connor) notó que su dulce pareja, Charlie (Joe Locke), prácticamente no comía cuando estaban juntos o con sus amigos. Debido a la presión de reconocer su bisexualidad, salir del armario y comenzar una relación amorosa saludable, hasta ese momento no lo había percibido.

Nick se enfrenta a una encrucijada. ¿De qué manera se puede ayudar a su pareja cuando existen posibles problemas de salud mental? ¿Cómo se puede preservar su confianza, especialmente cuando Charlie le asegura que no es grave? Sin embargo, al notar que apenas tiene fuerzas para ir de excursión con sus amigos, Nick se percata de que la situación es realmente crítica.

Las indicios estaban presentes. ¿Pero de qué manera se puede abordar la posible anorexia de un ser cercano?

Como suele ocurrir en las obras de Alice Oseman, el lector se encontrará ante una narrativa empática, respetuosa y responsable, que podría resultar educativa tanto para el público en general como para los profesionales. En ocasiones anteriores, se abordaron temas como el apoyo a una pareja que aún no se siente lista para aceptar su orientación sexual o cómo brindar consuelo a alguien que ha sufrido consecuencias psicológicas debido al bullying en la escuela. En este caso, también se activan las alarmas para ofrecer un modelo positivo. Además, representa, si se permite la exageración, una salvación para una serie que había pasado de ser auténtica a excesivamente azucarada, a pesar de las buenas intenciones que mostraba al cuidar de sus personajes.

Joe Locke muestra la intensidad de las heridas de Charlie: su sinceridad y valentía al vivir su sexualidad y su verdad con libertad sirvieron de inspiración para Nick, quien también desea hacer lo mismo. Sin embargo, esto no pudo evitar que su identidad se viera afectada por un trastorno alimentario como resultado. Kit Connor, interpretando a Nick, sigue simbolizando la bisexualidad de alguien que expresa una identidad que se alinea con una imagen masculina tradicionalmente heterosexual y que, a raíz de su propio descubrimiento, todavía requiere apoyo para sentirse seguro en su piel.

En ocasiones, resulta evidente que las características de los personajes están influenciadas por un manual de diversidad LGBTQ+.

La posible anorexia de Charlie también añade un nivel de complejidad a los papeles de los padres: las dificultades para establecer normas con los hijos, la ira como respuesta ante las diferencias y el uso que los hijos hacen de cualquier decisión que tomen sus padres.

Lidiar con los hijos durante la adolescencia no es tarea sencilla, y Oseman, cumpliendo su papel de creadora, promueve la importancia de la comunicación en una época en la que se abordan diversos temas. Entre ellos se encuentran la asexualidad de Isaac (Tobie Donovan), la exploración de Darcy (Kizzy Edgell) en relación con el género, la elección de hacer que las relaciones afectivas se vuelvan sexuales, y la injusticia que enfrenta Elle (Yasmin Finney), quien se ve obligada a dar explicaciones por su identidad trans.

Estas tramas entrelazadas llevan a Heartstopper a un área delicada en la que ya había operado antes: ser tan meticulosa en el desarrollo de los personajes que, en ocasiones, el mapa narrativo parece estar más guiado por un manual de diversidad LGTBIAQ+ que por criterios dramáticos sólidos. Sin embargo, gracias al cariño que Oseman siente por sus personajes, la magia que ha logrado transmitir al adaptar su cómic y el papel impecable de Charlie y Nick como representantes de la responsabilidad afectiva, se valora el hecho de que exista una serie que, además de ofrecer entretenimiento, funcione como un modelo a seguir.

Soy consciente de que no es la función de la ficción televisiva. De hecho, muchas series fracasan precisamente porque los guionistas intentan imponer sus enseñanzas morales de manera tan evidente. Sin embargo, Heartstopper logra transmitir su mensaje con dulzura, elegancia y modestia, convirtiéndose en un faro de esperanza para aquellos que se sienten perdidos o que buscan sanarse, como ocurre con Charlie.

Ella enfrenta la injusticia de tener que justificar su manera de ser.

De esta manera, se convierte en un elemento esencial del ámbito televisivo, donde se pueden encontrar otras series juveniles destacadas que persiguen diferentes objetivos o son abordadas desde diversas perspectivas, como Euphoria y Red Flags.

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