Por qué el caso Íñigo Errejón te está revolviendo la tripa

12 horas atrás
Íñigo Errejón

El sufrimiento es algo que se comparte, especialmente entre mujeres. Detrás de ese "estoy bien", a menudo basta con indagar un poco, solo un poco, para que aflore. Y cuando lo conseguimos, no importa si conocimos a la mujer que tenemos enfrente hace solo un par de meses en el trabajo, si llevamos dos años disfrutando de fiestas juntas o si solo hemos pasado un curso de escalada. Surge. Y está presente. Rara vez ocurre que la otra mujer no reconozca esa experiencia como un eco de una realidad que ya ha vivido.

No importa si ella es 20 años más joven que tú, vive en otra región o ha tenido una relación seria. Una de ellas te cuenta que se siente agredida por el chico con el que tuvo una relación este fin de semana, que era de izquierda. La otra relata cómo casi no logra recuperarse tras la ruptura con su pareja, quien tenía una gran responsabilidad emocional. Tú recuerdas cuando te atacaron en un festival de música mientras trabajabas y tanto la organización como tu propio medio te disuadieron de presentar una denuncia. La violencia machista que sufrimos es una experiencia compartida; cuando una se manifiesta, todas se hacen visibles.

Esto también es lo que desencadena cada situación relacionada con Errejón, cada incidente vinculado a Barajas o cualquier otro caso del movimiento #metoo. No todas conocíamos a alguien que haya sido agredida, acosada o manoseada por el último mencionado. La realidad es que, en lugar de ver el rostro de Íñigo Errejón, podemos identificar al individuo que nos hizo eso. Eso que quizás solo nos causó incomodidad, que provoca en nosotras una profunda rabia solo de pensarlo o que nos devastó. Por esta razón, los mensajes han estado resonando desde el martes, y aún más desde el jueves. Y no cesan.

No sorprende, ya que no ignorábamos ni nos sorprendía lo que ocurrió con Íñigo Errejón. Existe un sentimiento persistente acerca de todos los hombres que ejercen esa violencia cotidiana y excepcional hacia las mujeres, ya sea desde el poder, la impunidad o la precariedad. Sin embargo, la víctima siempre se encuentra en una situación de mayor vulnerabilidad.

Por eso, cuando se presenta, nos encontramos. Compartimos el sufrimiento porque resulta sencillo imaginar lo que la otra persona vivió. No es necesario terminar las oraciones, ni detallar minuciosamente la agresión. Podemos completarlo en nuestra mente porque nos resulta conocido. También entendemos por qué la víctima no habló hasta este momento. O por qué tu amiga duda en denunciar lo que sucedió esa noche. Es más fácil comprender que, con solo ser escuchada, ha sido suficiente para aliviar la angustia del instante. El dolor es algo que se comparte, siempre ha sido así. Es la forma en que las mujeres han logrado sobrellevarlo.

Leer más
Noticias similares
Los noticias más populares esta semana