Cuando Kurt Cobain ingresó en el club de los poetas muertos

Kurt Cobain

En las últimas horas del 10 de abril de 1994, aproximadamente siete mil individuals se reunieron en el Seattle Center para dar su último adiós a Kurt Cobain, el líder de Nirvana y un ícono generacional de la X. Desde el lanzamiento de su segundo álbum, Nevermind, la banda no solo se convirtió en la punta de lanza del movimiento grunge, sino que también logró vender más de treinta millones de copias, transformándolos en un trío de jóvenes furiosos y alienados que crearon un zeitgeist cultural y estético reflejado en canciones como Smells Like Teen Spirit y Something in the Way. La prensa especializada interpretó el fenómeno y su desplazo a Michael Jackson en las listas de ventas como un cambio de guardia, que marcaba el fin de la frivolidad decadente del pop MTV y la llegada de la nueva sangre iracunda y sincera.

Desde una perspectiva sociológica, Cobain se consideraba como el líder indiscutible de los jóvenes sin trabajo ni responsabilidades conocidos como "slackers". Desanimados por la falta de oportunidades en el ahora decadente Sueño Americano, estos jóvenes adoptaron un espíritu de renuncia y resignación. La cultura popular lo convirtió en una figura icónica, celebrando su vida poco ambiciosa, sus adicciones y su discurso apático y antisocial, similar a Bartleby. Al mismo tiempo, Cobain presentaba una contradicción esencial: aunque se resistía a formar parte del sistema, había pasado a formar parte del mundo yuppie casándose, viviendo en una gran casa y asistiendo a su hija. Con Nirvana, logró canalizar el resentimiento y la ira de toda una generación como ningún otro músico de la época. Pero, desafortunadamente, la industria musical y la sociedad capitalista cooptaron su mensaje de protesta, convirtiéndolo en la nueva moda. Cobain se enfrentó con serios problemas acerca de esto, explicando en una entrevista con Jon Savage que se sintió aterrorizado cuando Nirvana se hizo famoso en Estados Unidos. Él había venido a derribar el sistema, solo para ser nombrado inexplicablemente presidente de las ruinas.

Fue en ese momento cuando comenzó a perder el control, aunque la historia de Kurt Cobain siempre fue, en esencia, una trágica pérdida de control, una epopeya autodestructiva que atraviesa diferentes etapas - como el vestido amarillo que usó en el Headbangers' Ball en 1991 o el cóctel de champán y tranquilizantes que ingirió en Roma un mes antes de su suicidio - hasta terminar trágicamente el 5 de abril de 1994, dejando sólo una nota devastadora dedicada a su esposa e hija. Ni siquiera el videoclip de Smells Like Teen Spirit, que lo coronó como el príncipe de los marginados, salió como él esperaba: su concepto de "baile de animadoras que sale mal" incluía estudiantes de todas las razas, animadoras no convencionales y, en homenaje a la película "En el abismo" (Jonathan Kaplan, 1979), un incendio en la escuela. Cuando vio que el director Samuel Bayer había eliminado esas sutilezas y seleccionado a bailarines profesionales para interpretar a las animadoras, Cobain se enfureció. Y esa furia se refleja en el videoclip, lo que lo ayudó a convertirse en una supernova. Ahí fue cuando comenzó a sentir que, no importa lo que hiciera, el público siempre lo malinterpretaría. Nunca podría ser él mismo. Sus gritos de ayuda eran vistos como simples excentricidades de una estrella, aunque muchos de ellos provenían de un lugar extremadamente doloroso (su adicción a la heroína, en parte, se debió a sus intentos por aliviar dolores de estómago que se volvieron casi insoportables al final de su vida).

Los últimos días de Kurt Cobain han inspirado una película de Gus van Sant y una ópera reciente, pero no podemos saber exactamente cómo se sintió un joven que se encontraba solo, triste y miserable en la cima del mundo. En su última nota, agradece desde el fondo de su ardiente y nauseabundo estómago, demostrando su capacidad de amar y apreciar la belleza en el mundo, aunque su dolor era insoportable. Tanto física como espiritualmente. Incluso existencialmente. No pudo seguir adelante y decidió terminar con su vida. En el Seattle Center, algunos fans cantan "Fuck you, Kurt", animados por su viuda Courtney Love, quien siente que ese gesto representa perfectamente la sensación de desamparo que todos los allí reunidos sienten. También quemaron camisas de franela y uno de los fans se dejó fotografiar con cortes en las muñecas que formaban las letras "K-U-R-T". Muchos de estos fans todavía no pueden procesar lo que sucedió, pero la verdadera obra de arte siempre encuentra un camino y hoy, treinta años después de su muerte, Kurt Cobain es admirado por nuevas generaciones que han descubierto el poder atemporal de sus letras. Los tiempos pueden haber cambiado, pero la rabia todavía está presente. Brindemos por uno de los poetas muertos más hermosos del club.

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