Crítica: ‘La sustancia’ (’The Substance’)

3 hora atrás
La sustancia

Érase una vez en Hollywood una famosa estrella cuyos honores en el Paseo de la Fama atraían a numerosos turistas. Sin embargo, en la actualidad, Elisabeth Sparkle (Demi Moore) presenta un programa de ejercicios al estilo de los años noventa. Todo cambia cuando su despreciable y machista jefe, Harvey (Dennis Quaid) —quien seguro que su nombre no tiene ninguna relevancia real o simbólica— decide sustituirla por una modelo más joven y atractiva. En Los Ángeles, una mujer hermosa en sus veintes tiene todo al alcance, pero al llegar a los cincuenta, se vuelve prácticamente invisible.

La sustancia, dirigida por Coralie Fargeat, aborda de manera contundente esta dolorosa etapa en la vida de las celebridades. Sin embargo, su aguda sátira de terror no se limita a criticar el sistema que valora la juventud y la belleza por encima de todo, sino que también pone en la mira a los individuos dispuestos a lo que sea para mantenerse en ese mundo. Sparkle se encuentra en el punto más bajo de su carrera cuando, de repente, alguien le entrega un número de teléfono, un pendrive y una nota que dice: "Esto me transformó la vida". "Esto" se refiere a un programa de rejuvenecimiento conocido simplemente como La sustancia, el cual promete una renovación total. Consumida por la desesperación, Sparkle decide inscribirse, ignorando que La sustancia generará una nueva versión de ella, una versión veinteañera (Margaret Qualley), que surgiría completamente formada de la Elisabeth 1.0.

La cineasta francesa, conocida por su obra anterior, Revenge (2017), que fusionó el thriller de venganza feminista con una crítica social, posee la capacidad de tomar elementos familiares y transformarlos, explorando así la toxicidad de la realidad. No sorprende que la cautivadora Elisabeth 2.0, quien se hace llamar Sue, convierta a cada hombre que se cruza en su camino en un lobo caricaturesco al estilo de Tex Avery (la película adopta una perspectiva masculina tan fascinada que cada plano de las curvas de Qualley te hace sentir cómplice de su conducta depredadora). Asimismo, no resulta impactante que Sue aproveche al máximo cada oportunidad que puede extraer de la Sparkle original. Nunca subestimes cómo se altera el equilibrio de poder cuando entran en juego los instintos básicos de un grupo de hombres torpes y apasionados.

Lo que realmente sorprende es la forma jubilosa en que La sustancia representa esa escena gráfica del "nacimiento", alcanzando niveles de incomodidad propios de Cronenberg, y se intensifica el horror corporal conforme todo se vuelve caótico. Desde el principio, se establece que, aunque las dos Sparkles no comparten una conciencia, son la misma persona. Además de seguir estrictamente un plan que incluye bolsas de comida intravenosa e inyecciones diarias de un "estabilizador", ambas Sparkles deben intercambiar sus lugares cada siete días. Si no lo hacen, las cosas se complicarán. Y cuando Sue se extiende más de lo permitido después de presentar su primer especial de Año Nuevo, definitivamente las cosas se vuelven complicadas.

Cuando la película se transforma en un choque entre las Sparkles, Fargeat proporciona a su elenco un entorno perfecto para que se desate el talento —si esta actuación extraordinaria no revive una gran reivindicación de Demi Moore, será porque Dios no está presente— este giro de El retrato de Dorian Gray pierde completamente el control. Incluso algunos altibajos en la lógica (si la Sparkle mayor no puede disfrutar de los placeres de la más joven, ¿qué beneficios obtiene de todo esto?) no disminuyen la emoción del espectáculo de estas dos mujeres rompiendo con los estándares imposibles de belleza. La esencia no acabará con la obsesión social por la juventud ni eliminará el sexismo en Hollywood. Sin embargo, te recordará que, en la lucha contra tu propio pasado, siempre eres tu peor adversario.

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