No les deseo ‘Merry Christmas’
Después de la caída de Madrid en 1939, Celia Gámez, la reina de la revista que se movía al son de "Ven acá y te enseñaré a bailar el cachumbambé", interpretó aquel chotis de corte fascista: "Con hoces y martillos, y el soviet / Así era aquel Madrid de puño en alto, donde se alzaban gritos / ¡No pasarán! / Decían los marxistas / ¡Ya hemos pasado!". Gámez contestó a la llamada de un Madrid que resistía con una expresión desafiante y triunfante. Lo recordamos.
Hoy, en un muro a lo largo del cauce del río Serpis en Gandía, se puede leer “No pasarán”; junto a esto, hay un dibujo de una mira telescópica; un poco más adelante, se encuentra “Fuera moros”. Este jeroglífico ofrece una solución clara y su interpretación llega directo al corazón, que se me quiebra: un lema antifascista pierde su significado, se desvincula de su contexto histórico, y se transforma en lo opuesto a su verdadera esencia; los valores y las palabras de una España que aspiraba a ser más justa, igualitaria y democrática se entrelazan con un mensaje xenófobo en una realidad donde los oprimidos atacan a los que están aún más débiles.
Manipulan nuestra forma de hablar, ignorando el pasado y validando los principios de aquellos que nos oprimen. No estoy seguro si los responsables —quizás también las responsables— del mensaje son ignorantes y no han aprendido sobre la historia de España en su formación académica, o si son tan perversos que distorsionan el significado de las cosas para disfrazar cada falsedad y mantener los mismos poderes de siempre bajo una apariencia de rebeldía que, cabe recordar, también fue conveniente para las fuerzas sublevadas en el 36.
Mientras tanto, ni siquiera un gesto de cortesía, tanto Ayuso como Feijóo se abstienen de expresar sus condolencias a la familia de Marisa Paredes. La derecha recurre a la guerra cultural, utilizando como munición los excesos de algunos, comportándose como les plazca, incluso si eso implica conducir bajo los efectos, el miedo a la cancelación —especialmente si las víctimas son hombres blancos, educados, con un humor exquisito y un gran sentido del honor—, las denuncias infundadas de mujeres agraviadas, la crítica al Estado paternalista, las ayudas económicas y el caos de un país que se fragmenta, mientras simultáneamente se negocia con Junts para salvaguardar lo realmente importante: los intereses económicos de las grandes energéticas, que no son más que los beneficios de unos pocos privilegiados. Para el PP, esta colaboración no representa una traición, y el mundo no se viene abajo por el mero hecho de que Puigdemont sea un fugitivo y un delincuente que no se expresa en español, español, español.
El estribillo desenfadado de Celia Gámez me hace recordar que, de alguna forma, nunca se han ido o que ya han pasado como una gota tranquila, de arriba hacia abajo. Hay mucho por hacer y, aunque pueda parecer contradictorio —la lucha contra lo anticuado no es incompatible con la crítica a lo que nos deshumaniza: hay diversas formas de anticuada y mal gusto—, no les deseo unas Felices Fiestas adornadas con horripilantes jerséis de renos con la cara roja, sino que, desde una perspectiva de memoria democrática, el aprecio por las celebraciones y la confusa mezcla entre lo popular y lo nacional, les ofrezco campanas de Belén, amuletos de la suerte y turrón de Jijona. Desde una españolidad agnóstica y crítica hacia la globalización, la gentrificación cultural y el consumismo tecnológico —la transformación digital avanza sola—, solicito para 2025 que los cheesecakes se conviertan de nuevo en tartas de queso y que los workaholics sean considerados personas alienadas. También siempre pido paz y respeto por Palestina, así como un ministerio que se enfoque en aspectos ecológicos, educativos y de memoria, destinada a criticar el tecnocapitalismo y a proteger las especies analógicas en riesgo de extinción.