Luces de otra Navidad
Aviso: tengo el espíritu navideño a mil por hora, más allá de lo que nos brindan Papá Noel, el tió, las esferas del árbol o los Reyes Magos. En mi hogar festejamos todo (ay de aquellos que no lo hagan) desde la Nochebuena, el día de Navidad (la más importante de las celebraciones), Sant Esteve, la Nochevieja y el Año Nuevo, la cabalgata de los Reyes y la mañana siguiente llena de la emoción de grandes y pequeños.
No soy como un amigo de la radio que deja el belén y el árbol de Navidad de plástico todo el año, porque, al igual que los tres sobrinos del pato Donald, argumenta que no tiene sentido guardarlos si luego habrá que montarlos otra vez.
Respeto a quienes no disfrutan de la Navidad y valoro a aquellos que, desde una perspectiva atea o agnóstica, siguen celebrándola por tradición. Estoy agradecido a los municipios y a sus comerciantes por adornar las calles de los pueblos y ciudades, aunque me han desconcertado negativamente las iluminaciones inclusivas en el barrio del Raval de Barcelona.
Aquí conmemoramos la Navidad de una forma abierta, generosa, humanitaria y acogedora para todos. Sin embargo, la tradición se presenta como un belén lleno de mil matices creativos, acompañado de una cabalgata de Reyes excepcional y digna de admiración, así como de costumbres que, a pesar de las dificultades, perduran de una generación a otra.
Luces Inclusivas En El Raval: Un Caganer Más
No puedo imaginar mi Navidad en ningún rincón del mundo sin sumergirme en su cultura. Aunque en mi hogar no faltarían el belén, el tió, la escudella en Navidad, ni los canelones por Sant Esteve, no esperaría que adornaran las calles para “incluirme”. Y la razón principal es que existen muchas formas de hacerlo que no requieren de luces absurdas que desentonan con la realidad del país en el que habitamos. Es Navidad, no el solsticio de invierno, porque estos días abarcan mucho más que cualquier creencia religiosa, sin importar su origen.
Colocar luces inclusivas en el Raval es como actuar de caganer en el belén con los pantalones a medio bajar, mostrando que, por nuestra gran generosidad y culpa, terminaremos por perder nuestra identidad y tradiciones. Es la Navidad de toda la vida.