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Una vez más, parecen no quedar muchas alternativas para encontrar una solución a la crisis en Venezuela.
Por una parte, la autoridad de Nicolás Maduro parece sólida: la unión de fuerzas institucionales que le permiten permanecer en el poder, incluyendo las Fuerzas Armadas, se mantiene firme.
Por su parte, la oposición se niega a abandonar la ilusión de un cambio y busca influir por todos los medios posibles: manifestándose en las calles, utilizando los medios de comunicación y buscando apoyo a nivel internacional.
Después, se encuentra una comunidad global que busca actuar como mediadora entre los grupos en conflicto, aunque sus sugerencias han sido desestimadas tanto por unos como por otros.
Mientras tanto, la mayoría abrumadora de los habitantes de Venezuela observan cómo, al igual que en años anteriores, la crisis humanitaria podría empeorar si no se encuentran soluciones políticas.
El fallo emitido hoy por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), afín al gobierno, ratificando el triunfo de Maduro en las elecciones presidenciales del 28 de julio y respaldando al Consejo Nacional Electoral (CNE), confirma la continuidad de la situación actual, que es el escenario que Maduro y su círculo deseaban.
No obstante, el grupo dirigido por María Corina Machado seguirá ejerciendo presión para asegurar que se respete lo que ellos consideran como la voluntad del pueblo expresada el 28 de julio, cuando el 70% de los ciudadanos venezolanos, según las actas publicadas, expresaron su deseo de un cambio.
¿Qué sucederá a continuación? Las situaciones que se presentan son variadas, ricas en detalles y pueden mezclarse entre sí. Es posible que, así como sucedió con la economía, la transición política se lleve a cabo de forma progresiva, pausada e improvisada.
Aunque esto pueda parecer conocido, la política en Venezuela siempre logra sorprender: existen aspectos que se repiten, cierto, pero también hay elementos inéditos. El gobierno responde de manera cada vez más contundente y radical; la oposición se muestra fuerte y unida como nunca antes; el chavismo ha perdido respaldo popular y la migración resultante convierte la crisis en un problema a nivel internacional.
A pesar de que la decisión del Tribunal Supremo de Justicia, criticada por su falta de imparcialidad, busca abordar el problema, la crisis sigue sin resolverse. Los servicios públicos, la situación de pobreza, la atención sanitaria, el sistema educativo y la violencia continúan empeorando.
Analizaremos ahora tres posibles direcciones hacia las que puede evolucionar la situación.
"La Situación Permanece Igual"
El régimen de Maduro parece querer mantener la situación actual: que la oposición se vea obligada a esconderse ante la presión política, judicial y policial, que la comunidad internacional deje de prestar atención y que los ciudadanos se resignen a sobrellevar sus vidas cotidianas.
Para lograrlo, el gobierno en el poder debe prolongar el plazo.
Jesús "Chúo" Torrealba, un activista y exlíder de la oposición, afirma que actualmente el tiempo se ha convertido en una herramienta política en lucha, y no solo en una secuencia en la que ocurren los eventos.
En otras situaciones de crisis, el chavismo pudo retrasar el problema hasta que la crisis se redujo.
Sin embargo, Torrealba señala que en esta ocasión la situación es más complicada: "El gobierno ya no tiene tanto poder como antes para imponer sus condiciones; ahora está en una postura defensiva, actuando de manera poco sofisticada, mientras que la oposición está tomando la iniciativa".
Una oposición empoderada no se conformará con que las circunstancias permanezcan invariables.
Surge la eventualidad de que las cosas empeoren en ese punto.
Según Mariano de Alba, un abogado cercano a la oposición y especialista en diplomacia, el gobierno está optando por una especie de situación intermedia entre mantener el estado actual y profundizar en los cambios.
Preferiría mantener las cosas como están con el fin de evitar reacciones contrarias y decisiones que podrían perjudicar las posibilidades de una recuperación económica, aunque está dispuesto a intensificar su autoritarismo si es necesario para conservar el poder y evitar un aumento en el descontento generalizado.
Se comenta frecuentemente que los venezolanos han llegado a un punto en el que han perdido todo: que sus seres queridos están lejos y sus ingresos son miserables, es como estar en la peor situación posible.
Sin embargo, también se dice comúnmente que las cosas podrían estar peor.
Por supuesto, el gobierno podría elegir enfrentar una crisis más grave.
Esto implica estar de acuerdo en que se les impongan medidas económicas más severas que dificulten la comercialización de petróleo o los obliguen a venderlo a precios más bajos, afectando sus finanzas. Que las familias de estos individuos en el extranjero sean perseguidas por instancias internacionales. Que no solo los líderes, sino también los militares de rango intermedio y los funcionarios públicos vean sus propiedades y visas retenidas.
Otra posibilidad sería aumentar la represión no solo contra la oposición y sus activistas, que serían silenciados y desaparecidos, sino también contra toda la población, que quedaría imposibilitada de expresar sus ideas en público, usar redes sociales o unirse en comunidad para solucionar problemas cotidianos como la gestión de residuos y el suministro de agua.
Esto implicaría un completo aislamiento de Venezuela a nivel global, lo que dificultaría establecer comunicación con países cercanos para atender el problema de la migración.
Colombia se vería especialmente impactado por esta situación, no solo debido a que es el país que recibe la mayor cantidad de migrantes, sino también porque ha depositado sus esperanzas de paz con el Ejército de Liberación Nacional en la intervención de Maduro con la guerrilla.
Para muchos, los casos de Cuba y Nicaragua son señales de cómo el autoritarismo se está intensificando en Venezuela, con una oposición silenciada y elecciones que carecen de competencia.
Por otro lado, Venezuela es una nación de mayor tamaño y con mayor conexión internacional.
Las repercusiones de una intensificación de sus problemas serían de una magnitud mucho más complicada de lo que ha experimentado la región en tiempos recientes.
Posibles Transiciones En Marcha
A pesar de que parece poco probable, una transición en Venezuela no se puede descartar.
Si la situación empeora, o si surge un disturbio social tan grave como el Caracazo, que tuvo lugar en 1989 y marcó el inicio del movimiento político que llevó a la victoria de Hugo Chávez en 1999, es más probable que el respaldo de los militares y funcionarios a Maduro se vea afectado.
Además, es más complicado prevenir las deserciones cuando no se cuenta con dinero.
De Alba menciona que la oposición está confiando en una división dentro del gobierno que lleve a Maduro a negociar su renuncia.
Todo parece indicar que los aliados de Maduro siguen optando por mantener las cosas como están, y si la oposición comparte esta misma opinión, debería considerar seriamente escuchar las propuestas de los negociadores.
En esta situación, la comunidad internacional tiene un papel importante, liderada por Colombia y Brasil, cuyos líderes izquierdistas Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula da Silva mantienen un diálogo constante con el gobierno de Maduro. Han propuesto soluciones como la celebración de nuevas elecciones o la formación de un gobierno de transición.
Inicialmente, tanto la oposición como el gobierno han rechazado estas propuestas. Sin embargo, una variante de las mismas podría ser considerada en la ecuación.
Torrealba propone la posibilidad de unas elecciones adicionales solo si se forma un gobierno de coalición previo, se produce un cambio en las autoridades militares y electorales, y se eliminan las condiciones injustas y no democráticas que afectaron los comicios anteriores.
La oposición podría estar dispuesta a aceptar esa alternativa ya que carece del poder necesario para imponer los resultados de las elecciones del 28 de octubre, y también porque es fundamental para ellos hallar una salida a la situación de crisis.
Normalmente se plantea el final de la crisis como una decisión entre dos opciones claras: elecciones, gobierno de coalición, salida de Maduro, gobierno de Machado. Pero no se considera, en cambio, alternativas más complejas de transición que puedan beneficiar a todos.
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