“Está padre estar aquí de nuevo”; Paul McCartney arma una fiesta inolvidable en el Estadio GNP | CRÓNICA
Paul McCartney volverá a uno de los recintos más destacados de la Ciudad de México en 2024 (Foto: Infobae México/ Jovani Pérez)
“Los niños del año 2000 continuarán escuchando a The Beatles”. Esta frase, que se le atribuye a Brian Epstein, me viene a la mente al observar, un par de filas más arriba, a tres chicas y un chico vestidos con trajes similares a los que llevaban Paul McCartney, John Lennon, George Harrison y Ringo Starr en la icónica portada de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, la cual se dice que Tin Tán decidió no presentar por tener demasiados compromisos laborales. Más abajo, una familia compuesta por un padre, dos hijos y un nieto de nueve años. El corte de pelo del padre es revelador y recuerda una época en la que The Beatles casi arruinan a los peluqueros en Europa y Estados Unidos: cabello liso con flequillo, lo suficientemente largo para ocultar sus orejas.
El concierto en el Estadio GNP todavía no ha comenzado, así que me acerco, curioso por la historia de ese pequeño que se frota las manos para combatir el frío que se cuela entre la multitud, como si buscara un lugar en la primera fila. Le pregunto a la tía del niño en qué momento se enamoró de The Beatles, pero la emoción del momento la lleva a culpar a su padre de transmitirle su pasión por las "tontas canciones de amor" de Paul, como alguna vez lo mencionó John Lennon al hablar de las composiciones de su compañero. El padre evoca su adolescencia en Cuernavaca, cuando la fiebre beatle llegó a México con algunos años de retraso. En aquel tiempo, Paul McCartney ya había decidido tomar un camino diferente y había formado The Wings junto a su difunta esposa, Linda McCartney. De alguna manera, logró hacerse con un disco que incluía la canción “Uncle Albert / Admiral Halsey”, esa joya poco reconocida de su menospreciado álbum Ram. Las melodías de Paul McCartney no solo marcaron su juventud; también se convirtieron en recuerdos significativos para su hijo. Su relato recuerda a la película española Vivir es fácil con los ojos cerrados. Atraído por las letras del famoso cuarteto de Liverpool, aprendió inglés y ahora se dedica a enseñar el idioma a otros jóvenes.
Han pasado cinco minutos y no hay espacio ni para un alfiler en mi sección. Molesto a algunas personas para regresar a mi lugar. Mientras me desplazo, las luces se apagan y el Estadio GNP estalla en vítores. La figura de Paul McCartney se presenta en el escenario, y se oyen los acordes de "Can't Buy Me Love". Luego sigue "Junior's Farm", de su época con The Wings. Tras una introducción llena de energía, Paul saluda diciendo "hola, chilangos" y promete una celebración: "Esta noche tendremos temas clásicos, canciones recientes y todo lo que hay en el medio". "Drive My Car", "Got to Get You Into My Life" y "Come On to Me" hacen vibrar a más de 58 mil asistentes, hasta que el potente acorde de "Let Me Roll It" evoca recuerdos agridulces. Las luces se apagan nuevamente para que un ejército de drones ilumine el cielo, mientras las gradas del estadio se convierten en una ola de luces que se sincronizan con la voz de Paul.
En ese instante, el público estaba completamente entregado a Paul. Alzo nuevamente la mirada y las chicas gritan con la misma intensidad que aquellas jóvenes que presenciaron la primera actuación de The Beatles en la televisión estadounidense, en The Ed Sullivan Show. A su lado, dos hombres mayores con un estilo que recuerda a Tom Waits ríen y se abrazan mientras suena "My Valentine", tema que Paul le dedica esa noche a su esposa, quien se encuentra entre la audiencia. Posteriormente, estalla la euforia con "Maybe I’m Amazed".
Desde ese instante, Paul McCartney guió al público a través de un torbellino de emociones. “Blackbird”, “Lady Madonna”, “Jet”, “Something” —la cual dedica a su amigo George—, “Ob-La-Di, Ob-La-Da”, “Now and Then”, “Band on the Run”, “Get Back”, “Let It Be” y “Live and Let Die” tocan el corazón de miles antes de que los primeros acordes de “Hey Jude” logren deshacer a varios, quienes cumplen el anhelo de escuchar en vivo una de las canciones más bellas jamás creadas.
Luego, Paul McCartney y su grupo se despiden del público. Algunos desprevenidos empiezan a buscar la salida, mientras desde lo alto les gritan que regresen. El estadio vuelve a estallar en vítores. Paul regresa agitando la bandera mexicana, mientras sus compañeros de banda hacen lo mismo con una bandera de Gran Bretaña y otra de la comunidad LGBT. "¿Quieren más?", pregunta, mientras un estruendoso "sí" se apodera del ambiente.
Su cierre es impecable: "I’ve Got a Feeling" y "Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band" intensifican las emociones, las cuales llegan a su punto máximo cuando el enérgico riff de "Helter Skelter" brinda una explosión de adrenalina. Abajo, dos chicos de melena larga mueven su cabello al ritmo de la música mientras simulan tocar la guitarra. Algunos hacen el gesto de los cuernos con la mano, un símbolo del heavy metal, un estilo que muchos consideran que comenzó con la canción incluida en The White Album.
Paul McCartney se sienta nuevamente al piano para finalizar el espectáculo con "Golden Slumbers", "Carry That Weight" y "The End", temas que pertenecen al último disco de estudio de The Beatles, Abbey Road. Unos fuegos artificiales encienden momentáneamente el cielo antes de que Paul y su banda se retiren del escenario, al menos por un tiempo. El concierto de anoche fue el primero de tres que ofrecerá en la Ciudad de México.
La música de Paul McCartney convirtió el aburrimiento de salir del estadio y la larga espera por un transporte para regresar a casa en una experiencia valiosa. Mientras los asistentes aguardaban en los alrededores del lugar, una sonrisa iluminaba sus rostros. Aunque Paul se despidió con un "hasta la próxima", no hay manera de saber cuánto tiempo transcurrirá hasta ese momento. Por ello, el público de la capital se entregó a la magia del beatle, ya que como dice uno de sus versos: "Al final, el amor que recibes es igual al amor que das".