Qué santo se celebra este 4 de octubre; así fue su vida

13 horas atrás
Que se celebra el 4 de octubre

San Francisco de Asís, también denominado "El Padre Francisco", fue un santo célebre y el creador de la Orden Franciscana.

Hace muchos años, incluso se podría decir que hace siglos, era común que los padres escogieran el nombre de sus hijos en función de la celebración de los santos que se conmemoraban en esa jornada. Esta tradición aún persiste entre católicos y ortodoxos, quienes suelen felicitar a las personas en su día santo. No es casualidad que en las conocidas "Mañanitas" se incluya un verso que dice: "Hoy por ser día de tu santo te las cantamos aquí...".

El onomástico se refiere al día en que se celebra a un santo. Sin embargo, muchas personas lo utilizan como sinónimo de cumpleaños, lo cual es incorrecto, ya que al mencionarlo, se hace referencia únicamente a la lista de nombres del santoral.

De acuerdo con lo que señala el calendario de santos, hoy también se rinde homenaje a aquellos hombres y mujeres que sobresalieron por sus vínculos únicos con lo divino, por realizar actos commendables en favor de los demás y por poseer una alta ética y moral. Estos valores fueron los que los llevaron a ser canonizados o beatificados y a ocupar un lugar en el santoral.

Este es el calendario de festividades religiosas del viernes 4 de octubre.

Francisco nació en la ciudad de Asís, ubicada en la región de Umbría, en el año 1182. Su padre, Pedro Bernardone, ejercía como comerciante, mientras que su madre, Pica, provenía, según algunos autores, de una familia noble de Provenza. Ambos padres de Francisco gozaban de una buena situación económica. Pedro Bernardone realizaba principalmente negocios en Francia. Al estar en ese país cuando nació su hijo, la gente comenzó a llamarle "Francesco" (el francés), a pesar de que en su bautizo lo nombraron Juan. Durante su juventud, Francisco se sentía atraído por las románticas tradiciones caballerescas que promovían los trovadores. Contaba con abundante dinero y lo derrochaba de manera ostentosa. No mostraba mucho interés ni por las actividades comerciales de su padre ni por sus estudios; su prioridad era divertirse en placeres fugaces, lo que comúnmente se conoce como "disfrutar de la vida". Sin embargo, no llevaba una vida descontrolada y solía ser muy generoso con los pobres que le pedían ayuda en nombre de Dios.

A pesar de no saber qué debía hacer al respecto, una serie de evidentes inspiraciones divinas le reveló que la lucha espiritual comienza con la mortificación y el dominio de los instintos. Un día, mientras montaba a caballo por la llanura de Asís, se topó con un leproso. Las heridas del mendigo le causaron gran miedo a Francisco; sin embargo, en lugar de alejarse, se acercó al leproso, quien extendía su mano en busca de una limosna.

Francisco se dio cuenta de que había llegado el momento de abrazar el amor incondicional de Dios. A pesar de su aversión natural hacia los leprosos, superó sus propios deseos, se acercó a uno de ellos y le dio un beso. Ese acto transformó su vida. Fue un gesto inspirado por el Espíritu Santo, que le solicitaba a Francisco una entrega genuina, un “sí” que diferencia a los santos de aquellos que son mediocres. Desde ese instante, comenzó a visitar y atender a los enfermos en los hospitales. A veces, les regalaba sus propias ropas y en otras ocasiones, el dinero que llevaba consigo.

En ese tiempo, el evangelio de la misa de la festividad proclamaba: "Vayan a anunciar, diciendo: El Reino de Dios está cerca. Den gratuitamente lo que han recibido sin costo alguno. No lleven oro, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón... Miren que los envío como corderos entre lobos..." (Mat. 10, 7-19). Estas palabras calaron hondo en el corazón de Francisco, quien, tomándolas al pie de la letra, donó sus sandalias, su bastón y su cinturón, quedándose sólo con la humilde túnica atada con un cordón.

San Francisco viajó a Tierra Santa en una ferviente peregrinación para conocer los Santos Lugares donde Jesús nació, vivió y falleció: Belén, Nazaret, Jerusalén, entre otros. En conmemoración de esta venerada visita, los franciscanos han tenido la responsabilidad de cuidar los Santos Lugares de Tierra Santa durante siglos. En junio de 1219, se embarcó en Ancona con doce hermanos. El barco los llevó a Damieta, en la desembocadura del Nilo.

Se le reconoce por haber iniciado en esa ocasión la costumbre del “belén” o “nacimiento”. En su biografía del santo, Tomás de Celano menciona: “La Encarnación era un aspecto fundamental en la espiritualidad de Francisco. Deseaba conmemorar la Encarnación de manera especial. Quería realizar algo que ayudara a las personas a recordar al Niño Jesús y su nacimiento en Belén.” Alrededor de la celebración de la Asunción de 1224, el santo se retiró a Monte Alvernia, donde construyó una pequeña celda. Llevó consigo al hermano León, pero prohibió que nadie lo visitara hasta después de la festividad de San Miguel. Fue en ese lugar donde, cerca del día de la Santa Cruz de 1224, ocurrió el milagro de los estigmas, del cual hablamos el 17 de septiembre.

Falleció el 3 de octubre de 1226, después de escuchar la narración de la Pasión del Señor según el evangelio de San Juan. Francisco había solicitado ser enterrado en el cementerio destinado a los criminales de Colle d'Inferno. Sin embargo, sus hermanos decidieron llevar su cuerpo al día siguiente en una procesión solemne a la iglesia de San Jorge, en Asís. Allí permaneció hasta dos años después de su canonización. En 1230, fue trasladado de manera secreta a la gran basílica que había sido erigida por el hermano Elías.

Acompañando a este personaje, hay otros santos y mártires que también se conmemoran este viernes 4 de octubre, como los siguientes:

Santa Áurea de París

San Petronio en Bolonia

San Quintín de Turón

Bienaventurado Alfredo Pellicer Muñoz

Venerable Enrique Morat Pellicer

Beato José Canet Giner

La Iglesia Católica y la ortodoxa emplean el proceso de canonización para reconocer como santo a alguien que ha muerto, lo que significa añadir su nombre al canon (la lista de santos oficiales) y permitir su veneración, reconociendo su influencia ante Dios.

En la época del Cristianismo, las personas podían ser declaradas santas sin requerir un procedimiento oficial; no obstante, esto se transformó en la Edad Media.

En lo referente al catolicismo, la Iglesia tiene la obligación de llevar a cabo un análisis detallado de la vida de la persona que se propone para la santificación. Para lograr el reconocimiento, hay cuatro caminos posibles: el camino de las virtudes heroicas; el del martirio; el de las causas excepcionales, que deben estar respaldadas por un culto antiguo y documentación escrita; y el de la entrega total de la vida.

También es fundamental que la persona haya realizado, como mínimo, dos milagros (o uno si es mártir). El proceso de canonización se lleva a cabo mediante una solemnidad papal y se establece un día de celebración para su veneración en la liturgia.

No existe un tiempo fijo para llevar a cabo la canonización de una persona, ya que hay ejemplos como el de San Pedro Damián, quien fue canonizado 756 años después de fallecer, mientras que en el caso de San Antonio de Padua, su proclamación ocurrió solo 352 días tras su muerte.

La última canonización se realizó en octubre de 2019, cuando el Papa proclamó como santos al cardenal John Henry Newman y a la hermana Dulce, originaria de Brasil.

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