Ecos revolucionarios

Las voces de nuestro pasado resuenan todavía. Si cambias únicamente los nombres y fechas, encontrarás que lo que se decía entonces es relevante en la actualidad.
En el Congreso, una mayoría controlada de manera desaprobada y vergonzosa ha frustrado los nobles intentos de los diputados independientes y ha transformado la representación nacional en una cámara aduladora, obediente y decidida a seguir los mandatos del poder ejecutivo.
En el máximo tribunal, la fracción minoritaria de jueces independientes que en el pasado ha protegido los valores fundamentales establecidos en la Constitución frente a la corrupción y la indecencia, actualmente carece de fuerza debido a la ausencia de dos de sus destacados integrantes y a la incorporación de uno perteneciente a causa del favor del poder ejecutivo.
Desde entonces, no ha habido ninguna protección garantizada; las personas integrales que solían ser jueces y magistrados en los tribunales federales son reemplazadas por empleados sumisos del Gobierno; los asuntos más importantes del pueblo y las convicciones más significativas quedan a merced de los vigilantes cómplices.
En diversos Estados, se encuentran sin sus respectivos gobernantes legítimos y bajo el dominio de gobiernos impopulares y dictadores que fueron impuestos mediante la intervención directa del poder ejecutivo, y que siguen manteniéndose gracias a la fuerza de las fuerzas federales.
El caprichoso afán de poder personal ha llevado al sacrificio de la soberanía, leyes y voluntad de los pueblos.
En el Plan de la Noria de noviembre de 1871, Porfirio Díaz expresó su opinión sobre los excesos cometidos por Benito Juárez y su administración.
Nuestra amada nación se encuentra en una encrucijada: una dictadura que va más allá de lo que los ciudadanos mexicanos están acostumbrados a soportar desde que logramos nuestra independencia, nos oprime de tal manera que la situación es insoportable. En lugar de ofrecernos una solución justa, nos prometen una paz que no es más que una fachada, porque no se basa en la ley, sino en la fuerza, porque no busca la grandeza y la prosperidad para nuestra Patria, sino para beneficiar a un pequeño grupo que, aprovechando su poder, ha convertido los cargos públicos en una fuente exclusivamente personal de ganancias, sin escrúpulos, explotando las concesiones y contratos más rentables.
La independencia del poder Legislativo y Judicial en México está sujeta al control del Ejecutivo. A pesar de tener una Carta Magna que defiende la soberanía de los Estados, la libertad de los Ayuntamientos y los derechos del ciudadano; el país parece estar en constante estado de ley marcial. En lugar de proteger a los más débiles, la justicia parece ser utilizada para justificar las acciones de los más fuertes. Los jueces, a su vez, en lugar de ser los líderes de la Justicia, han pasado a ser agentes del Ejecutivo, sirviendo a sus intereses. No hay una verdadera voluntad en la Unión por parte de los políticos, quienes se someten al dictado del gobierno en turno. Los gobernadores de los Estados son seleccionados, y estos a su vez escogen e imponen las autoridades municipales.
De aquí se deduce que todo el sistema de gobierno, justicia y legislativo está bajo el control de una única autoridad, el antojo del general Porfirio Díaz, quien a lo largo de su mandato ha dejado claro que su principal objetivo es mantenerse en el poder a cualquier precio.
La declaración escrita de Francisco I. Madero en el Plan de San Luis, redactada en octubre de 1910.
Somos conscientes de que una de las principales causas de nuestros problemas radica en una concentración excesiva de poder, lo que conduce a decisiones erróneas, el monopolio de las iniciativas, el abuso y la desmesura. La reforma del poder implica establecer un presidencialismo que esté rigurosamente sujeto a los límites constitucionales inherentes a su origen democrático y republicano.
Cambiar el poder implica potenciar y acatar las funciones del Congreso federal. Transformar el poder equivale a convertir el sistema de aplicación de la justicia en un órgano independiente, con el máximo prestigio y fiabilidad entre las entidades de la República.
El 5 de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio dio un discurso.