24 junio - Natividad de San Juan Bautista

San Juan Bautista

Comencemos por establecer el contexto apropiado para la importancia de este día.

En la Iglesia celebramos tres nacimientos a lo largo del año: el de San Juan Bautista, el de la Virgen María y el de Jesucristo. Estos embarazos presentan peculiaridades sobrenaturales que indican que estamos en un momento especial de la historia, en el cual se está preparando una intervención divina de gran importancia. María fue concebida de forma natural, pero sin pecado original. Juan el Bautista también fue concebido de manera natural, pero la intervención divina permitió que una mujer estéril y de edad avanzada quedara embarazada. Por otro lado, Jesús fue concebido de manera sobrenatural sin intervención masculina, gracias al Espíritu Santo. Los tres nacieron libres de pecado original: María y Jesús desde su concepción, mientras que Juan fue concebido con él pero fue perdonado en el momento de la visita de María a Isabel, cuando la madre se llenó del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 41 ss).

Hoy es el solsticio de verano, el día con más horas de luz y la noche más corta del año. En esta fecha especial, celebramos al profeta que une el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Por inspiración divina, los profetas tenían la tarea de guiar al pueblo elegido, instándolos a permanecer fieles a la alianza con Dios. Aunque era una labor difícil y a veces peligrosa, era crucial, especialmente en tiempos de crisis y confusión. Como Jeremías, sentían un llamado desde antes de nacer para ser mensajeros de la verdad.

La profecía se enfoca en lo que vendrá, como explica san Pablo en la actualidad: la venida del Mesías prometido, la salvación y la gracia. Juan el Bautista marcó el final de los profetas de la primera alianza, el antiguo testamento, ya que no predijo su llegada, sino que lo presentó en persona: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Con Juan termina la era de las representaciones para dar lugar a la realidad; se dejan de hacer promesas futuras para hacer hincapié en el presente; los símbolos que anunciaban la misericordia divina se convierten en una realidad tangible con Cristo, nada simbólico.

También, Juan será el encargado de bautizar al Salvador, quien a partir de ese momento será el Elegido, no ungido con aceite, sino con el Espíritu Santo que descendió en forma de paloma.

El sufrimiento que está soportando por proteger la verdad anuncia una sangre redentora que traerá la liberación de los pecados para toda la humanidad.

El prefacio de la Misa de hoy, titulado "la misión del precursor", recoge de manera excepcional todas estas ideas.

Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación agradecerte siempre y en cualquier momento, Señor, Padre Santo, Dios omnipotente y eterno, por medio de Cristo, nuestro Señor.

En la ciudad de San Juan, el que vino antes que tú, a quien elegiste como el más importante de todos los que han nacido de mujer, afirmamos tu grandeza.

Debido a que su nacimiento trajo mucha felicidad, y desde antes de nacer se regocijó por la llegada de la salvación de la humanidad, solo él, entre todos los profetas, señaló al Cordero que traería redención.

Él administró el bautismo al autor mismo del sacramento, con el fin de consagrar el agua sagrada, y fue digno de darle el testimonio máximo al derramar su propia sangre.

Por eso, alabamos constantemente en la tierra tus virtudes celestiales, glorificando tu esplendor sin descanso: ¡Santo, Santo, Santo...!

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