Teresa de Jesus Elizondo: Tipo de cambio
Reza una fábula, que una rana saltó un día a una olla de agua hirviendo. Inmediatamente, saltó para salir y escapar de ella. Su instinto fue salvarse y no aguantó ni un segundo dentro. Sin embargo, otro día, esa misma olla estaba llena de agua fría. La rana saltó dentro y se quedó tan tranquila en su charca. Poco a poco, el agua se fue calentando y el agua, antes fría, ahora era agua templada. Pero la rana se fue acostumbrando, allí seguía, nadando plácidamente en ella. Tiempo después, poco a poco, el agua fue subiendo de temperatura hasta hervir. Llegó a estar tan caliente que la rana murió de calor. La rana no se había dado cuenta, pues se había acostumbrado al calor. La moraleja de este cuento nos habla del riesgo de acostumbrarse hasta perder la noción de lo que realmente nos pone en peligro.
Inicio con este cuento, por la sencilla razón de que, nuestra actual realidad económica, se puede prestar a caer en el riesgo de estar acostumbrados a cierto tipo de acontecimientos para poder detectar la proximidad de una crisis muy importante.
Específicamente, me estoy refiriendo el espejismo del tipo de cambio de nuestra moneda contra el dólar americano que se ha venido gestando en los últimos meses, mismo que en innumerables ocasiones ha sido matizado de acuerdo con la conveniencia de ciertos grupos, principalmente por aquellos que ocupan el poder dentro de nuestro gobierno.
Ellos, asumen y promueven que el tener una moneda sólida, responde al resultado de una economía bien gestionada y administrada, que está muy fortalecida y sentando las bases para un crecimiento sostenido y significativo para los años que están por arribar a nuestro país.
La opinión de una servidora es que tal premisa, está totalmente alejada de la realidad que estamos experimentando, por lo que este tipo de aseveraciones contiene más sustancia ideológica que ortodoxia económica.
Los fundamentos para sustentar mi postura tienen que ver con el hecho de que el comportamiento del tipo de cambio opera de acuerdo con el mercado, en una libre flotación de su valor de acuerdo a su oferta y su demanda, no como sucedía en otras épocas, en las cuales el control de cambios predominaba como una política pública muy utilizada para el manejo discrecional de las finanzas públicas y comercio internacional de nuestro país.
Nuestra política cambiara vigente, ha representado uno de los pilares más importantes de los principales fundamentales económicos, mismos que hicieron posible la globalización e internacionalización de México.
Con esto en cuenta, está claro que el valor actual de nuestra moneda con respecto al dólar solo representa el dato duro de que ingresan a nuestro país más dólares de los que salen, es decir, la oferta de dólares es mayor que la demanda, lo cual de acuerdo con principios básicos de economía conlleva a una disminución del precio de dicha divisa.
Los principales factores que están influyendo en este comportamiento están relacionados con un crecimiento dinámico de nuestras exportaciones, principalmente del sector agrícola y de las manufacturas automotrices, por citar algunos. Así mismo, el sector de turismo internacional ha contribuido significativamente con un crecimiento sostenido de hasta dos dígitos una vez terminada la pandemia. Aunado a esto, las remesas enviadas por nuestros compatriotas mexicanos trabajando en USA han crecido a niveles récord los dos últimos años. Por último, como consecuencia del comportamiento de la inflación a nivel internacional y sus efectos en ambas economías (México/USA), la brecha entre los incrementos de la tasa de interés, establecida por cada uno de los Bancos Centrales, se ha incrementado lo que está provocando que importantes cantidades de “Capital Golondrino” estén siendo invertidas en todo tipo de papel mexicano.
En contraste, esta misma dinámica es proporcionalmente menor en lo relativo a la demanda de dólares. Si bien es cierto que la deuda del gobierno ha crecido en forma importante, incrementando su servicio de deuda, sobre todo en dólares; la demanda de dólares para el resto de las actividades no tiene el mismo dinamismo. Prueba de ello es la desaceleración de los niveles de inversión y una baja significativa en las importaciones, principalmente las de bienes de capital, como son la adquisición de maquinaria, equipo e infraestructura, permitiéndonos todos estos elementos inferir que tenemos una economía deprimida en muchos segmentos económicos.
En base a todos estos antecedentes, se puede llegar a la conclusión de que una moneda fuerte no necesariamente implica que tengamos una economía robusta y saludable, pudiera aplicar para otros países; no para México.
Para concluir, traje a colación la fábula de la rana, ya que normalmente los mexicanos asociamos cualquier devaluación, por mínima que esta sea, con síntomas de debilidad económica, siendo históricamente reconocida como la “madre” de todas nuestras crisis. Sin embargo, dados los elementos estructurales económicos y financieros de México y las condiciones globales e internas prevalecientes, es probable que como la rana estemos plácidamente descansando en la olla en un agua tibia que pudiera hervir sin que nos diéramos cuenta de ello a tiempo para poder reaccionar. Estemos atentos.