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4 hora atrás
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El homicidio del monseñor Romero, ocurrido el 24 de marzo de 1980, despertó la atención del periodista venezolano Carlos Henríquez Consalvi hacia El Salvador.

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"La noticia me impactó enormemente. Para mí, monseñor Romero representaba una voz valiente que defendía la libertad contra la opresión. Esa realidad me llevó a concentrar mi interés en El Salvador", compartió Henríquez Consalvi al programa de BBC Outlook.

Antes del homicidio del sacerdote, Carlos era un reportero progresista originario de Venezuela que, al igual que muchos jóvenes latinoamericanos de su generación, se había trasladado a Nicaragua para apoyar la revolución sandinista de 1979.

Sin embargo, el tiro que segó la vida del monseñor Romero transformó su existencia de manera irreversible.

“Tras ese asesinato, me dio la impresión de que se estaba forjando la historia en El Salvador. Creo que todos los periodistas compartimos ese anhelo de estar presentes en los momentos en que se escribe la historia”, rememora sobre aquellos tiempos.

Era a comienzos de la década de los 80. La nación se encontraba inmersa en un violento conflicto civil entre las Fuerzas Armadas y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), una agrupación de guerrillas de ideología socialista.

El conflicto armado, que inició un año antes y se extendería hasta la firma de los Acuerdos de Paz en 1992, resultaría en la trágica cifra de 75.000 civiles fallecidos, 350.000 heridos y más de un millón de personas que se vieron obligadas a exiliarse.

Años después, la Comisión de la Verdad, liderada por las Naciones Unidas, estableció que el 90% de las violaciones a los derechos humanos fueron cometidas por el Ejército y sus grupos paramilitares.

A sus 33 años, Henríquez Consalvi creía que la forma más efectiva de enfrentar la represión que dominaba en su país era educar a los salvadoreños sobre la situación real que se estaba viviendo.

De esta manera, una semana luego del asesinato del monseñor Romero, tomó la decisión de abandonar Nicaragua para unirse al FMLN y fundar Radio Venceremos, la emblemática radio clandestina de la guerrilla salvadoreña que, durante más de 11 años, emitió desde las montañas.

Esta es la narración de Carlos Henríquez Consalvi, quien es más reconocido por su alias, Santiago.

El Origen De Venezuela

Cuando la familia Henríquez Consalvi tuvo que abandonar Venezuela para escapar al exilio, el pequeño Carlos, de apenas 3 años, experimentó por primera vez y de manera directa las consecuencias de la represión.

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Era 1953 y el gobierno de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), que aplicaba una fuerte represión contra la oposición, acabó por forzar a sus padres a salir del país.

A causa de la represión política que enfrentaba su padre, él y su familia se trasladaron a México. Sin embargo, poco después, su padre optó por regresar a Venezuela para combatir la dictadura, lo que resultó en una estancia de cinco años en prisión.

“Era muy joven, pero tengo en la memoria el momento en que vi a mi madre llorar en el aeropuerto mientras despedía a mi padre. Sentí que lo que estaba sucediendo transformaría nuestras vidas”, rememora Hanríquez sobre el tiempo que pasó junto a su madre, en solitario, en México.

Durante muchos años, Carlos no volvió a tener contacto con su padre. En cambio, se quedó con una máquina de escribir en la que pasaba horas y horas divirtiéndose. Fue así como nació su pasión por narrar historias.

“En la imagen más antigua que poseo de nuestro exilio, me encuentro de pie frente a una máquina de escribir, tratando de escribir. Por supuesto, a esa edad no era capaz de hacerlo, pero para mí era un objeto casi mágico”, recuerda.

Tras tres años en el exilio, Carlos y su madre volvieron a Venezuela, anhelando el momento en que su padre pudiera reunirse con ellos.

La dictadura terminó en 1958 y, por fin, se liberaron las puertas de la cárcel.

A los 18 años, Carlos se enteró de las torturas que sufrió su padre durante su tiempo en prisión. Este descubrimiento, junto con su historia familiar, encendió en él una chispa de rebeldía, llevándolo a unirse a los movimientos estudiantiles en Venezuela.

La Preparación Previa En Nicaragua

En diciembre de 1972, Managua experimentó las consecuencias de un sismo que devastó gran parte de la urbe.

Carlos, quien se encontraba en Caracas pero deseaba observar la tragedia de cerca, emprendió un viaje junto a un grupo de jóvenes en un avión militar que transportaba médicos, provisiones y medicinas a Centroamérica para ayudar a los heridos.

"Ese acontecimiento dejó una profunda huella en mi existencia", comenta Henríquez Consalvi.

Nicaragua, que en ese periodo estaba bajo el régimen militar de Somoza, se convirtió en su acceso a la agitada situación política que se experimentaba en Centroamérica en esos años.

Fue en ese momento cuando se sintió atraído por una mujer relacionada con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), un movimiento de resistencia que combatía contra Somoza, y a través de ella comenzó a acercarse a los grupos insurgentes de Centroamérica.

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Carlos no permaneció en el país, sino que partió hacia París para estudiar Historia. Sin embargo, la resistencia contra Somoza lo condujo de vuelta a Managua.

En 1977, comenzó a colaborar en el periódico dirigido por Pedro Joaquín Chamorro, donde expuso las atrocidades llevadas a cabo por la dictadura. Para mantener el anonimato, utilizó el seudónimo "Carlos Gallo".

Dos años más tarde, a medida que su trayectoria como periodista encubierto se desarrollaba, Carlos optó por dejar sus estudios y trasladarse a Nicaragua para apoyar a la resistencia.

Era el año 1979, cuando los sandinistas lograron destituir a Somoza y asumir el control del país. Fue en ese “periodo brillante”, tal como él lo llama, que Carlos empezó a conectarse con la realidad política de El Salvador.

Cada domingo, sintonizaba una emisora salvadoreña para escuchar al monseñor Romero, arzobispo de San Salvador, quien en sus celebraciones eucarísticas denunciaba las violaciones a los derechos humanos.

Sin embargo, el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba una misa, un hombre disparó en el corazón del monseñor Romero, lo que provocó la ira de miles de militantes de izquierda, no solo en Nicaragua, sino también en toda la región.

La semana posterior, Henríquez Consalvi se encontraba conversando con un periodista venezolano relacionado con el FMLN acerca de la idea de establecer una emisora clandestina en El Salvador.

En un corto periodo de tiempo, tomó la decisión de trasladarse de Nicaragua a El Salvador con el objetivo de establecer una emisora de radio para la resistencia, una labor que muchos consideraban inviable en un país controlado por el ejército.

"Opté por abandonar la tranquilidad de mi vida en Nicaragua para establecer una estación de radio clandestina en El Salvador, a pesar de los constantes ataques y bombardeos", recuerda.

La Llegada A El Salvador

En diciembre de 1980, Carlos arribó a El Salvador.

Partió de Nicaragua con la intención de integrarse al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Su plan consistía en establecer una estación de radio para luchar contra la represión ejercida por los grupos paramilitares y las fuerzas armadas.

Durante el trayecto desde el aeropuerto de San Salvador hacia las montañas en la parte occidental del país, Henríquez Consalvi evoca haber observado un grupo de cadáveres abandonados al borde de la carretera, víctmas de los conocidos como “escuadrones de la muerte”.

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“Me sentía extremadamente ansioso, era un régimen opresor muy violento”, comenta.

Durante múltiples noches, tuvo que avanzar junto a un reducido grupo de insurgentes hasta dar con uno de los campamentos de guerrilla oculto en lo más recóndito de las montañas.

Carlos creía firmemente en la necesidad de establecer una radio clandestina que pudiera transmitir información sobre los acontecimientos actuales.

“Al llegar, experimenté una gran vitalidad y un entusiasmo desbordante”, rememora acerca de aquella época.

No obstante, en ese instante, se percató de que solo contaba con un viejo transmisor de la Segunda Guerra Mundial, una pequeña consola, una grabadora de casetes y un micrófono. Eso era lo único que tenía.

De esta manera, surgió Radio Venceremos, con un grupo de trabajo bastante humilde.

El Inicio De La Radio

"Radio Venceremos ha iniciado sus transmisiones desde las montañas de Morazán para respaldar la lucha social que se pone en marcha hoy", declaró Carlos ante el micrófono el 10 de enero de 1981, durante la primera transmisión en directo de la estación.

La fecha de inicio de la emisora no se seleccionó de forma aleatoria. Radio Venceremos realizó su primera emisión justo después de que la guerrilla iniciara su ofensiva, como parte de una táctica para obtener respaldo social.

En ese instante, había mucho en riesgo. El ejército contaba con un buen respaldo financiero y un adecuado entrenamiento. Por su parte, los guerrilleros eran extremadamente entusiastas, aunque carecían de los recursos necesarios. La mayoría de sus seguidores eran campesinos que, hasta ese momento, nunca habían empuñado un arma.

Sin embargo, Carlos no podía hacer su aparición en público con su verdadero nombre; necesitaba un alias con el que pudiera comunicarse. Fue así como adoptó el nombre de Santiago.

“Me dieron mi apodo el primer día que conocí a un guerrillero. En ese lugar también había un sacerdote y cuando le preguntaron qué nombre debería ponerme, respondió: llámalo Santiago, el apóstol más rebelde. ¡Y así se quedó! Hoy en día, nadie me llama Carlos aquí en El Salvador”, comenta.

Transcurrió un tiempo antes de que la radio comenzara a establecer un contacto directo con los frentes guerrilleros en todo el país. Eventualmente, comenzaron a reportar acerca de la situación de los grupos insurgentes.

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Sin embargo, no solo comunicaban detalles sobre el conflicto. También difundían música. Normalmente desde una granja desocupada, realizaban entrevistas con los agricultores y compartían información sobre las celebraciones religiosas.

“El entorno iba transformándose, ya que cada vez que el Ejército entraba en la zona, debíamos actuar con rapidez. Era un constante juego del gato y el ratón para evitar ser atrapados”, rememora.

La labor de Radio Venceremos consistía en emitir transmisiones diariamente, incluso durante los ataques aéreos, “para que la población fuera consciente de que había personas luchando por la democratización del país”.

La radio, en una nación donde muchos no tenían la capacidad de leer ni podían costear un televisor, se transformó en un medio de información esencial, libre de la censura impuesta por la dictadura y de la propaganda gubernamental. Además, la prensa internacional también la tenía en cuenta.

Sin embargo, con el tiempo, la imagen perfecta que se tenía de Carlos comenzó a mostrar el matiz auténtico de una existencia en un área de conflicto, donde la muerte era una posibilidad latente.

De esta forma, Radio Venceremos pasó a ser el blanco principal del Ejército, y Santiago, junto con sus compañeros, que en su mayoría eran agricultores locales sin formación académica, se encontraron inmersos en la intensidad de la guerra civil.

Durante los once años de conflicto armado, sufrieron numerosos ataques. Las Fuerzas Armadas intentaban acallar la emisora y eliminar a quienes la dirigían, así como a todos aquellos que apoyaban esa causa.

“El terror que experimentas es inefable al oír los motores de los aviones acercándose o al tener helicópteros sobrevolando por encima de ti”, rememora.

En 1981, las Fuerzas Armadas iniciaron una acción denominada “Yunque y Martillo”, que resultó en la muerte de tres de sus integrantes y en la incautación de su equipo de comunicación.

"Quizás fue el instante más complicado del conflicto. La pérdida del transmisor significaba renunciar a la oportunidad de continuar operando como un canal de comunicación alternativo", rememora Carlos, quien emprendió una extensa travesía de varios kilómetros hacia el mar para recuperar el otro transmisor que tenían escondido.

El 11 de diciembre de 1981, se les comunicó que las Fuerzas Armadas habían llevado a cabo una masacre. Cientos de individuos habían perdido la vida en El Mozote, hecho que se considera una de las matanzas más significativas en la historia de América Latina.

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“Creímos que era una hipérbole, pero al llegar a las ruinas de El Mozote comprendimos la estremecedora magnitud de lo que ocurrió. Al adentrarnos en el pueblo, encontramos los restos de cientos de niños, mujeres y ancianos que habían sido asesinados. Ese fue el instante más horrible de la guerra, presenciar la brutalidad contra la población civil”, rememora.

La Comisión de la Verdad reveló años después que 978 personas habían perdido la vida, de las cuales 553 eran niños y adolescentes. Sin embargo, no fue sino hasta después del conflicto, cuando se llevaron a cabo las exhumaciones de las fosas comunes, que Estados Unidos –el país que había entrenado al batallón responsable de la masacre– admitió lo ocurrido.

La tragedia no impidió que Carlos ni el FMLN continuaran.

"Lo que experimentamos fue una obligación aún más grande de continuar comunicando a la gente y al mundo lo que estaba sucediendo", afirma.

Los soldados estaban resueltos a poner fin a Radio Venceremos.

Ante la tensión, en octubre de 1984, los insurgentes optaron por instalar un explosivo en el equipo de transmisión de la radio, de modo que, al momento en que el comandante militar Domingo Monterrosa diera el inicio de su ataque, fueran las fuerzas armadas quienes lo descubrieran.

"Henríquez Consalvi recuerda que escucharon en la radio a Monterrosa anunciar que viajaría en persona a Morazán para recuperar el transmisor. Según lo que dijo, Radio Venceremos había sido desmantelada, el equipo había sido destruido y eso representaba una de las más grandes victorias del gobierno salvadoreño en la guerra."

“Rememoro que en esa tarde observamos a lo lejos, a aproximadamente 3 km, el helicóptero de Monterrosa ascendiendo entre las montañas y, posteriormente, una gigantesca esfera de fuego. ¡La trampa había funcionado!”, comenta.

Parece que el destino jugó un papel en el incidente, ya que el helicóptero fue abatido en las proximidades de El Mozote. Sin embargo, el ataque de la guerrilla no solo cobró la vida de Monterrosa, sino que también causó la muerte de otras 14 personas.

"La adrenalina recorría mi cuerpo. Tan pronto como el helicóptero fue derribado, montamos la antena de radio y todo el equipo, pusimos en marcha el generador para generar electricidad y activamos una alarma, aquella que utilizábamos para señalar eventos significativos”, rememora.

De esa forma, comunicaron al mundo que la intervención de los militares había terminado en fracaso, que las informaciones proporcionadas por los medios internacionales sobre la devastación de la radio eran incorrectas y que, en realidad, los militares habían sido los blancos del ataque.

La noticia hizo su aparición de manera instantánea en las primeras páginas de todos los diarios a nivel global y constituyó un importante triunfo para el FMLN.

Sin embargo, el momento más emblemático en la existencia de Henríquez Consalvi no fue ese, sino el día en que finalmente descendieron de las montañas y colocaron el transmisor de radio en la cima del campanario de la Catedral de San Salvador, frente a miles de salvadoreños.

Desde ese lugar comunicamos al mundo, el 16 de enero de 1992, que la guerra en El Salvador llegaba a su fin. Por fin se llevarían a cabo elecciones democráticas y libres.

“Lo logramos”, recuerda Carlos que expresó ese día, tras 11 años de batallar por lo que creía que era un futuro más prometedor para El Salvador.

Este artículo se basa en dos episodios del programa de radio Outlook, del Servicio Mundial de la BBC, titulado Is Anybody Out There? Rebel radio, que fue presentado y producido por Louise Morris. Puedes disfrutarlo en inglés a través de BBC Sounds.

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