El audaz método de los antiguos romanos para aprovechar al máximo las horas del día tanto en invierno como en verano

21 día atrás
Hora

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A pesar de no tener la habilidad de controlar el tiempo, los antiguos romanos tenían la capacidad de elegir la forma en que lo medían y utilizaban.

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Foto BBC Mundo

En un inicio aparentaba ser una pieza de roca esculpida sin mayores detalles.

En el centro de Italia, en las ruinas de una antigua ciudad romana, había una pieza de piedra caliza que yacía en el barro, volteada y firmemente adherida.

Se presume que el bloque fue hurtado durante la Edad Media, arrancado de los restos arcaicos de la urbe y trasladado, quizás, con la intención de emplearlo en obras de construcción.

Sin embargo, el lodo había impedido alcanzar la meta y permanecía en la misma postura pasando siglos desde entonces.

Se necesitaron tres personas para extraer la roca, y durante el proceso, Alessandro Launaro soltó un grito de entusiasmo. "La primera cosa que dije fue '¡vaya! ¡Un grabado!'", puede recordar Launaro.

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La excavación había dejado en su lugar una marca de alfabetos romanos y curiosos trazos, grabados en el lodo de su sepultura como un distintivo. "Esto me resultó bastante confuso", expresa Launaro, docente de la prestigiosa Universidad de Cambridge en el Reino Unido.

Después de extraer la roca sin problemas del suelo, se determinó su verdadero objetivo: era un reloj de sol antiguo de origen romano, uno de los muchos cientos que han sido descubiertos por todo el mundo.

La fuente de la fotografía proviene de Alessandro Launaro.

En Interamna Lirenas se halló un reloj solar que divide las horas de luz del día en diferentes duraciones, dependiendo de la época del año.

Se encontraba en una condición excepcionalmente excelente: con delineaciones notorias que separaban cada una de las horas transcurridas, junto con una inscripción que identificaba al funcionario que lo compró.

Posiblemente lo más emocionante fue la manera en la que evidenció la ancestral resolución romana a un eterno dilema: cómo aprovechar al máximo la iluminación del día en distintas épocas del año.

Cada año, alrededor del 33% de los países del planeta llevan a cabo una práctica que ha desatado cierta discusión: la alteración del tiempo con el objetivo de alargar las tardes de verano y hacer las mañanas de invierno más luminosas. En Estados Unidos, Reino Unido y gran parte de Europa, se implanta el horario de verano (o DST por sus siglas en inglés), lo que supone adelantar los relojes una hora en primavera y volver después al horario estándar en otoño.

En el pasado, los romanos no utilizaban un método similar; en su lugar, aplicaban la técnica perdida de extender las horas durante las estaciones.

Los romanos de la antigüedad compartían la misma práctica que nosotros al dividir su día en 24 partes, sin embargo, no mantenían la misma duración durante la mayoría del año.

A lo largo de todo el año, el total de horas diurnas se repartió en 12 partes iguales. Como resultado, en el periodo estival, cuando la luz solar permanece más tiempo en el cielo, la duración de una hora era de 75 minutos durante el día y de solo 45 minutos por la noche.

Durante la temporada invernal, cuando la luz solar era limitada, se alteraba el horario habitual y se reducía una hora a solo 45 minutos durante el día.

Según James Ker, quien es un catedrático de estudios clásicos en la Universidad de Pensilvania, las horas del día durante el período que va desde el solsticio de verano al solsticio de invierno, varían gradualmente de manera leve día a día.

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En la antigua civilización, los relojes de sol eran visibles en todas partes.

Durante el equinoccio, que sucede dos veces al año cuando el Sol se encuentra justo en el ecuador y las horas de luz y oscuridad tienen una duración similar, el tiempo transcurrido se medía en unidades de 60 minutos como de costumbre.

Por medio de este valiente mecanismo de manejo del tiempo, los romanos antiguos no malgastaban ni un instante del día: si surgía el sol, se consideraba que era de día y se encontraban ocupados en su labor. Cuando se ocultaba, se anunciaba la noche y procedían a descansar o dormir.

Encontrado en 2017 en el sitio de la antigua ciudad romana de Interamna Lirenas, el reloj de sol de Launaro es completamente diferente a los relojes de sol actuales.

En vez de tener una forma plana y circular, muestra una figura de un medio tazón partido en dos, con las líneas que parten del centro y se extienden hasta los bordes, dividiéndolo en 12 secciones para indicar las horas.

El reloj solar cuenta con una esfera dividida mediante líneas que se intersecan en la parte superior, inferior y en el centro del cuenco; las cuales señalan la estación del año en la que nos encontramos: el solsticio de invierno, los equinoccios y el solsticio de verano.

Anteriormente, una aguja de plomo, también denominada gnomon, habría generado una sombra de distintas medidas en función de la posición solar, sin embargo, esta se quebró hace un buen tiempo.

Para aprender a leer un reloj de sol, solo necesitas observar en qué parte cae la sombra del gnomon, de la misma forma que lo harías con cualquier reloj actualizado.

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En agosto del año 79 d.C., cuando el Monte Vesubio entró en erupción, la duración de las horas se estimaba en aproximadamente 70 minutos en esa temporada del año.

El 24 de agosto del año 79 d.C., cuando el Monte Vesubio entró en erupción en la ciudad de Pompeya, los arqueólogos descubrieron 36 relojes solares, los cuales habrían sido leídos usando las líneas exteriores del anillo.

Con mayores espacios de tiempo entre las marcaciones horarias más distantes del centro del reloj solar, cada hora habría pasado más tiempo. Durante esta temporada, una hora habría tenido una duración aproximada de 70 minutos.

Launaro declara que debido a esto, los romanos tenían una concepción variable de la hora según la temporada del año. Incluso algo tan esencial como la medición del tiempo era bastante distinto para ellos en comparación con nuestra manera de conceptualizarlo actualmente.

A pesar de que la tendencia de los romanos antiguos de prolongar o acortar la duración de una hora pueda resultar compleja o incluso desconcertante, en realidad fue una tarea sencilla de llevar a cabo.

La razón principal de esto es que, habitualmente, la gente no trataba de memorizar el tiempo: los relojes solares eran muy comunes.

Estas magníficas piezas se confeccionaban mayormente con grandes bloques de piedra pesada que no se movían de su ubicación todo el tiempo.

Existen diseños extravagantes, como el popular "reloj de cerdo", el cual es un reloj solar que tiene figura de jamón curado y una cola de cerdo en lugar de una aguja para generar las sombras de sol e indicar la hora.

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En la antigua Roma, los relojes solares eran ajustados en base a su lugar de origen.

Actualmente se preservan alrededor de 600 relojes de sol antiguos de origen griego y romano, siendo el 99% de ellos utilizados para medir el tiempo estacional de acuerdo al sistema creado por los egipcios y después adoptado por diferentes civilizaciones antiguas.

Los hallabas por doquier, en sitios íntimos como patios y en sitios abiertos a todos. En cualquier sitio al que viajaras [en la era romana], especialmente en los tiempos del Imperio Romano, te toparías con ellos", comenta Alexander Jones, catedrático de historia de las ciencias exactas en el período antiguo, en la Universidad de Nueva York.

Se cree que, como otros relojes de sol antiguos, el de Interamna Lirenas estaba inicialmente ubicado en una columna elevada o pilar en el Foro. Esta plaza era fundamental en la vida pública de cualquier ciudad romana.

Situando los relojes a una altura adecuada se conseguía que absorvieran la luz incluso en lugares donde hubiera edificios elevados. De esta manera, se aseguraba que la población pudiera ver la hora de manera nítida, en función de su capacidad visual.

Jones sugiere intentar leer la hora en el reloj solar desde el suelo, orientando la mirada hacia un objeto situado a una distancia de posiblemente 6 metros de altura. Esto podría explicar por qué muchos relojes solares antiguos han perdido sus marcas tras años de exposición a los elementos y los rigores del clima.

Aunque en el pasado, los relojes solares tenían grabados que detallaban cómo usarlos, Jones afirma que en el momento de mayor auge del Imperio Romano, cualquier persona habría tenido los conocimientos necesarios para leerlos.

Ellos que vivieron en tiempos posteriores, solo utilizaron las líneas en los relojes de sol y en general, no venían con números escritos. Por ello, se presume que las personas debieron aprender a interpretarlos. Aquellos hogares que no contaban con su propio dispositivo, solían enviar a sus esclavos para buscar el reloj público más cercano y después comunicarles la hora.

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En la antigua Roma, saber cómo interpretar un reloj de sol era una habilidad común para todos, por lo que no suponía ningún problema.

Jones comenta que en aquel entonces, la actitud de todos era más tranquila. "Actualmente, programamos nuestras citas para un lapso de quince minutos después de la hora fijada; antes no sucedía esto. La cita era concertada para un tiempo preciso y eso era lo más exacto que podía ser", añadió Jones.

Casi nunca se precisaba tratar de estimar la duración de una hora durante una estación determinada.

No obstante, la fluctuación en la extensión de una hora del horario romano generó ciertos comentarios.

Ker ofrece como referencia un autor latino que se enorgullecía de que su obra se pudiera leer en una hora, aunque aclaró que no era cualquier momento, sino durante el invierno, que en ocasiones solo duraba 45 minutos.

"Según él, existía una forma de referirse al tiempo que era capaz de plasmar su flexibilidad".

Desventajas De Días Largos Y Noches Cortas

Indudablemente, la desventaja de gozar de extensos días veraniegos y escasos invernales radicaba en las noches. Debido al hecho de que en cada vuelta de la Tierra alrededor del Sol sobre su propio eje sólo había disponibles 1.440 minutos, cualquier minuto concedido al día se convertía en un minuto sustraído de la noche.

Esto implica que durante el verano, con un día de 900 minutos, la noche solo duraba 540 minutos. Es similar a tener solo 9 horas para cenar, socializar y dormir en la época actual.

En verano, cuando las noches eran cortas, podía haber un inconveniente, ya que al igual que en la actualidad, los romanos antiguos valoraban mucho el descanso nocturno.

A continuación se presenta un ardid propuesto por el emperador Marco Aurelio, que le permitió a su círculo cercano gozar de un descanso prolongado y ofreció una excepcional demostración de desafío contra la variación estacional en la duración de la luz solar.

Según Ker, durante el verano, en vez de seguir la costumbre de dejar a los asistentes hasta la hora de la puesta del sol, se solía hacer alrededor de las diez de la mañana. Esto les daba el espacio para llegar a casa, ejercitarse, cenar y dormir ocho horas tranquilamente.

Es difícil seguir la evolución de estas horas nocturnas en constante transformación. Esto se debe a que durante la noche, los relojes solares no funcionan de forma natural. La única opción disponible es el reloj de agua, que trabaja como una especie de reloj de arena. La cantidad de agua que ha pasado nos da una idea del tiempo transcurrido.

Jones afirma que son escasos los ejemplares de relojes de agua de la época romana que se han conservado, quizá debido a que presentaban numerosas piezas móviles, a diferencia de los relojes solares que solían esculpirse en una sola roca de gran tamaño.

Sin embargo, opina que los relojes de arena nunca tuvieron tanta presencia como los relojes de sol ya que su valor era elevado y estaban asociados a un estatus social elevado.

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Marco Aurelio concedía a su círculo cercano un mayor tiempo de descanso, pero no se inclinaba hacia una política de horarios flexibles.

Según Ker, lo verdaderamente asombroso es que fabricaron dispositivos de medición de tiempo basados en agua que eran adaptables, lo que les permitía registrar cambios en las horas debido a las variaciones estacionales.

"Estaban tan entregados al sistema de modificación horaria que incluso durante la noche recurrieron a un aparato distinto que coincidiera con la trayectoria del sol", señala.

Realmente, solo los médicos y los astrónomos en la antigua Roma cumplían con el estándar moderno de una hora, ya que requerían precisión para sus pacientes y cálculos respectivamente. En lugar de utilizar la hora habitual, ellos empleaban la llamada hora equinoccial, que se basaba en los dos momentos del año en los que la cantidad de luz y oscuridad es igual y tenía una duración de 60 minutos.

Ya sea que una sociedad opte por el método ancestral de alargar las horas de luz o la técnica contemporánea del horario de verano, lo cierto es que es imposible ampliar la cantidad de luz natural existente, únicamente se puede alterar la forma en que la utilizamos.

Jones sostiene que la naturaleza no puede ser manipulada y que el tiempo para trabajar al aire libre no puede ser alterado, lo cual es una realidad a la cual la gente debe adaptarse.

Este texto fue divulgado en el portal BBC Future. Si deseas leer el documento original en inglés, puedes hacer clic aquí.

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